Bruselas
Populismo y nacionalización
Aquí el único objetivo conocido del PSOE es gobernar contra el Partido Popular y sus diez millones de votantes.
Parece claro que una ola de populismo recorre Europa. En Francia, Marine Le Pen está consiguiendo un respaldo amplio para propuestas que alejarían a Francia de la zona euro y de la zona Schengen. El partido de los Verdaderos Finlandeses puede impedir la unanimidad exigida por las instituciones europeas para desbloquear el rescate de Portugal: aducen que los finlandeses ya han aportado 7,9 mil millones de euros (el 4,1% del PIB de Finlandia) al fondo de garantía.
El Partido Popular Ortodoxo griego quiere dificultar la inmigración, deportar a los extranjeros indocumentados y, en vista de la anarquía que se está apoderando del país, endurecer las reglas sobre los derechos de manifestación. También quiere que las condiciones del pago del rescate sean menos duras. En Hungría, el primer ministro ha insistido una y otra vez, en su primer año de mandato, que no quiere que su país entre en el euro y que no aceptará una política económica gobernada desde Bruselas.
Todos estos movimientos, contradictorios en sus objetivos, tienen sin embargo al menos dos elementos en común. El primero es que dan forma a una opinión pública que está dejando de sentirse representada en la política económica que se empieza a derivar de la implantación del euro. En momentos de crisis, la moneda única para países de tan diversas características se interpreta como un hecho fundamentalmente político que no tiene en cuenta la realidad de las economías que lo constituyen. Así que crece la crítica y la tentación de dejar atrás un sistema que una parte de las opiniones públicas nacionales vive como una imposición.
El otro elemento es la cuestión de la representatividad de las instituciones europeas. Se trata de la identidad nacional, del apego que las opiniones públicas europeas sienten a su forma de vida, y de su cada vez menor voluntad de dejarla en manos de una elite que viven como un organismo extranjero, que no han elegido. Las elites europeas han tomado decisiones políticas demasiado ambiciosas sin contar con la realidad de una opinión pública que no vive en ese mismo mundo de tecnocracia ilustrada… y ultraprivilegiada. Y la opinión pública –y los gobiernos, como el italiano o el francés en la cuestión de la inmigración y la circulación de personas en la Unión– reaccionan con una vuelta al principio de soberanía nacional.
En buena medida, la ola populista actual refleja una «renacionalización» de la vida pública, que también se está produciendo en las políticas de defensa y en las relaciones internacionales, como demuestra la guerra en Libia. Es un dato más de una crisis mucho más compleja que una simple crisis económica de ajuste. ¿Y en España? Aquí el único objetivo conocido del PSOE es gobernar contra el Partido Popular y sus diez millones de votantes, alimentar la saña contra «la derecha» y empezar a preparar una oposición radical –y radicalmente populista– para cuando el PP gane las elecciones. Lo demás... lo demás puede esperar.
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