Londres
Pasión futbolera
Hoy ya estarán a la venta en internet al mejor postor. Se pagará una fortuna por cada una de ellas. Son piezas únicas, al fin y al cabo. Las armas con las que el nuevo número uno del mundo derrotó en la hierba al conocido hace tan sólo unos días como Rafa «Braveheart» Nadal. Djokovic, extasiado después de cuatro sets, se tiró al suelo tras el último fallo de Rafa.
No se lo podía creer. Embargado por la emoción, empezó a tirar todo lo que podía al público. Comenzó por sus muñequeras y acabó repartiendo hasta la última de sus raquetas a una grada a la que puso en pie. Así es Wimbledon, uno nunca sabe lo que puede pasar, aunque la familia del serbio este año quizá tenía una corazonada porque cada punto de «Nole» se celebraba en su palco con un énfasis inusual, una pasión casi futbolera. Se ponían de pie, se abrazaban y luego incluso lanzaron a su padre al vuelo y lo recogieron entre cánticos populares serbios. Al grupo de Rafa sólo le quedó aplaudir desde la barrera. Ni siquiera la llegada, con el partido ya comenzado, de Pau Gasol dio suerte al de Manacor.
El partido fue un largo parto para los seguidores del español, unos fans, todo hay que decirlo, mucho más recatados que los de su rival. Fuera, en la mítica Colina Henman, bautizada así en honor del que fuera eterno aspirante británico a ganar el torneo desde finales de los años 1990, Tim Henman, las seguidoras más fieles de «Nole» se habían pintado en sus generosos escotes el nombre de su héroe. Nadal acabó con Murray y los anfitriones tenían claro a quien debían apoyar. Todo puede ser que dentro de la pista central, las reglas no escritas dicten que haya que animar de una manera más… prudente. No vaya a ser que la duquesa de Michael de Kent, primo de la reina, se ruborice. La alemana, conocida por formar los atascos más odiados de Chelsea cuando sale de compras con sus escoltas, estaba ayer en el palco real y no perdía ocasión de estirar el cuello cuando la pantalla enfocaba a sus acompañantes.
La grada estaba llena. Nada más salir del metro, la reventa, curiosamente situada en la acera de enfrente a la Policía, ofrecía entradas a partir de las 1.000 libras. En la «Catedral», cuando a Rafa se le empezaron a dar bien las cosas y aquello parecía que podía cambiar de rumbo, el ambiente se calentó y el juez tuvo que poner un poco de orden. Apenas hay tiempo para expresarse uno en la pista. «Grande Rafa, eres un grande», gritó un aficionado en uno de los pocos momentos en que el español parecía capaz de que podía ganar su tercer título en Londres. Pero Djokovic se creció y ganó su segundo «Grand Slam» de la temporada. Su madre, una de las más entusiastas en el palco, dijo orgullosa que había comenzado una nueva era. «Puede ser –respondió luego en conferencia de prensa el español– le deseo lo mejor, pero yo pienso seguir luchando».
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