China
Los grandes reptiles de la historia
Pedro González-Trevijano retrata a los «dragohumanos» de la política
Hay criaturas capaces de alterar la historia con grandes gestas o indescriptibles atrocidades. Son seres bicéfalos, mitad humanos, mitad dragones, como Alejandro Magno, Aníbal, Julio César, Juana de Arco, Napoleón, Gengis Khan, Hitler o Stalin. Son los «dragohumanos», según los define Pedro González Trevijano en un ensayo que, con ritmo narrativo, traza una galería mitológica de la política y los grandes guerreros de la historia.El dragón es un símbolo mitológico presente en las tradiciones de Europa y Asia, con un perfil maligno, destructivo, aterrador, y otro lúdico, festivo, como en la tradición de China o Mongolia, donde «es un dios benefactor», dice González Trevijano, rector de la Universidad Rey Juan Carlos y autor de «Dragones de la política», donde, tras un prólogo de Mario Vargas Llosa, se catalogan con sus luces y sombras, grandezas y miserias, 27 biografías de estos grandes reptiles de la Historia. La mayoría son la peor expresión del alma humana: Hitler, Stalin o Mao Tse Tung, por ejemplo, aunque otros buscan por medio de la guerra hacer realidad causas justas como la igualdad, la justicia y la libertad.
La «guerra justa» Un ejemplo es Juana de Arco, que con su historia pone sobre la mesa el eterno debate de la «guerra justa». «Nadie puede dudar que su lucha buscaba un bien superior, como nadie puede poner en cuestión que Churchill declaró la guerra a Hitler porque era la única posibilidad de frenar su avance totalitario», sostiene González Trevijano. Son 27 pero podrían haber sido un centenar. «La selección la marca el valor literario e histórico de sus vidas», dice el autor, que ha evitado crear una galería de sátrapas y prefiere destacar a Don Pelayo, Rodrigo Díaz de Vivar, Almanzor, Guillermo el Conquistador, el Papa Julio II o Gonzalo Fernández de Córdoba entre los imprescindibles, donde también están Aníbal, Atila o Julio César. Su intención: «Hacer un paseo ligero y atropellado por la historia», cuajado de citas desde Homero a Ionesco, de Camus a William Blake, por el friso de las artes.El ensayo colecciona latrocinios pero va más allá del apetito destructor: da cuenta de sus miserias y veleidades más grotescas. Los «dragohumanos» surgen como un altorrelieve, más allá del retrato ecuestre al óleo, algunos de los cuales, por cierto, se reproducen con profusión y en color en el volumen. Para el autor, la existencia de estos dragones «habla de una ciudadanía poco crítica y acomodaticia que ha permitido que personajes fanáticos hayan conseguido perpetuarse en el poder». ¿Quedan hoy dragones? El catedrático de Derecho Constitucional cree que los que pueden pasar por el peor perfil de estas criaturas «son los señores de la guerra que campan a sus anchas por países devastados como Sudán, Etiopía y Níger, pero fuera de eso, los caudillos o caudillitos latinoamericanos sólo tienen un poco de drama de opereta más que de auténticos dragones». Así que lo mejor de todo es que el delirio y el desprecio por la vida ajena de estas criaturas termina con un claro destino: el juicio de la historia y el arte, el retrato de su aliento y de su rostro fanático.
Palabras de guerraGengis Khan: «La mayor felicidad en la vida humana es vencer a los enemigos y perseguirlos. Hasta que vean, bañadas de lágrimas, las lágrimas de los que les fueran queridos».Aníbal: «Liberemos a Roma de sus inquietudes, ya que no sabe esperar la muerte de un anciano»Mao Tse Tung: «La política es la guerra sin sangre y la guerra es la política con ella»Almanzor: «Ordené despellejar su piel –se refería a su suegro– rellenarla de algodón y crucificarla en la puerta del Real Alcázar cordobés, colocando su cabeza clavada en una cruz»
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