Fotografía

Artista rechaza premio

La Razón
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El nota no ha disimulado, haciendo como Woody Allen, quien para que no le apedrearan con un Oscar esgrimió que los lunes, los días de ceremonia, le cogían a contrapié porque los tenía comprometidos tocando el clarinete con su banda de dixie. Que Sinde le haya dado el Nacional de Artes Plásticas a Santiago Sierra ha sido como mentarle a sus difuntos y en un zig zag les ha montado a «losdelacultura» una operación de autoafirmación punitiva: «Son ustedes muy amables pero métanse el premio por donde les quepa». Como en el patio de la escuela, hay una imaginaria línea de tiza en el suelo. De aquí para acá, yo, y de aquí para allá los premiados, los cogecosas, los quitapelusas, los artistas-funcionarios con quinquenios y pluses, los pintores que no pintan y cobran, los escritores que no escriben y cobran, los artistas escénicos que no hacen ni arte ni escena y cobran. Y detrás de todos ellos, como una sombra viscosa, el Estado, que les pone puntual el alpiste en el comedero. A este ramillete de talentos galardonados les habrá asombrado que Sierra se haya limpiado el culo con los 30.000 del ala, que no está el arte para perder un chavo. Él, refunfuñando, ha iluminado su soledad, descubriendo que otros son una multitud vanidosa e irrelevante. La definición de artista es un lío pero muy al principio deben figurar, inexcusables, la libertad y la virtud creadora. Sierra ha recordado por donde debe empezar cualquier obra que así merezca ser llamada. Total, los premios sólo aportan a las grandes obras un trozo de oficialidad que viene a aprovecharse de su valor.