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El fuego de los bonzos tibetanos llega a India
Un exiliado tibetano se roció de gasolina y se prendió fuego ayer en las calles de Nueva Delhi, en un nuevo acto desesperado para llamar la atención sobre un problema cuya repercusión internacional está siendo aplastada bajo el poder económico de China. Sin la serenidad de los monjes que se han inmolado en los últimos meses en las ciudades del Tíbet, el activista corrió y gritó envuelto en llamas durante casi dos minutos, en medio de una manifestación convocada para protestar por la visita oficial que el presidente chino, Hu Jintao, tiene previsto iniciar el miércoles en la capital india. Aunque intentaron socorrerle, el suicida, identificado como Jamphel Yeshi, falleció poco después a causa de las quemaduras, que afectaban al 98 por ciento de su cuerpo. La Policía de Nueva Delhi dispersó la manifestación horas más tarde, deteniendo a varios participantes y reforzando las medidas de seguridad para evitar choques violentos durante la visita del presidente Hu. «El Tíbet se está quemando», «Hu Jintao no es bienvenido», anunciaban algunas de las pancartas exhibidas durante las protestas, en las que participaron cerca de mil personas. India, que aloja la mayor comunidad de tibetanos fuera de Tíbet, incluido el Gobierno en el exilio y al propio Dalai Lama, es el epicentro de sus reivindicaciones. El propio Yeshi, de 27 años, había escapado de Tíbet en 2006 y llevaba viviendo en Nueva Delhi dos años, según explicó en su página web la Asociación de Periodistas Tibetanos. El Gobierno chino acusa a los líderes tibetanos (tanto religiosos como civiles) de organizar este tipo de actos para llamar la atención de la comunidad internacional, asegurando que se anima a los jóvenes a sacrificar su vida. Los convocantes de la manifestación negaron haber planificado la inmolación. «No teníamos ni idea de que esto iba a pasar, pero apreciamos su valor», admitió a la agencia AP Tenzing Norsang, un miembro del Congreso de la Juventud Tibetana. Los activistas tibetanos protestan por la represión contra su cultura, religión y tradiciones, que están siendo aplastadas por la apisonadora del desarrollo chino. La mayoría de ellos exigen también una mayor autonomía política, e incluso la independencia, aunque no es la postura oficial del Dalai Lama. En el último año, las protestas han aumentado y en torno a 30 personas (la mayoría jóvenes monjes) se han inmolado en público. El Ejército chino mantiene un impresionante despliegue de tropas por las zonas más calientes. y no permite la entrada de observadores ni periodistas extranjeros. Muriendo abrasados, los "mártires"tibetanos buscan una atención internacional que en los últimos tiempos le está siendo negada por el creciente peso de China y, sobre todo, por los múltiples focos de atención que han surgido en el planeta, especialmente a raíz de la llamada Primavera Árabe. La prueba de su desesperación, dicen, es que su causa sólo aparece ya en los medios de comunicación internacionales cuando se prenden fuego. Y lo cierto es que sin fotos como la que acompaña esta noticia, no tendría altavoz. Su protagonista, eso sí, lo ha pagado con su vida.
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