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Poder colonial

La Razón
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La política exterior de Gran Bretaña camina, en algunos aspectos, a la deriva. Sólo la alianza permanente con EEUU y la ayuda incondicional que este Estado le presta podrían explicar algunos de los comportamientos del Estado europeo, aunque también sus posiciones se refuerzan por su condición de miembro permanente del Consejo de Seguridad. Los aciertos que las autoridades de Londres logran en las relaciones internacionales quedan oscurecidos por la pertinaz posición que mantiene en asuntos que pertenecen al pasado pero que, con toda seguridad, deben tener una solución contemporánea. Aún están por ver los efectos que producirá «el aislamiento británico» de las posturas de integración que han asumido el conjunto de los estados miembros de la UE en materia económica y política, pero, sin duda, esta decisión de Gran Bretaña repercutirá, también, en la solidaridad y complicidad que podría esperar de sus socios en cuestiones que afectan a las relaciones exteriores británicas. Los conflictos de carácter territorial son de suma importancia en la actual sociedad internacional, como siempre lo han sido, y no se pueden tratar ni con dejación ni con posiciones inamovibles. La demostración de fuerza, y de contenido puramente colonial, que está llevando a cabo Gran Bretaña mediante el envío del mejor barco de guerra británico a las Malvinas viene acompañada de la inoportuna y «extravagante» visita del príncipe Guillermo a las islas. Toda una provocación. Argentina no puede y no debe renunciar a sus derechos soberanos sobre las islas Malvinas y Gran Bretaña debe comprender que es mejor llegar a acuerdos que, en el fondo, le aseguren el aprovechamiento conjunto de los recursos energéticos. Ninguno de los dos estados está legitimado para recurrir a la fuerza y los dos están obligados a resolver esta controversia por medios pacíficos, lo que incluye el diálogo, las consultas y las conversaciones. Argentina está dispuesta a hablar y negociar, y el Gobierno británico debería recapacitar sobre las posiciones tan intransigentes que viene manteniendo. Las Malvinas no son ahora, como en 1982, un asunto, en esencia, bilateral, ni afecta tan sólo a Argentina en sus relaciones con Gran Bretaña. La cuestión de las Malvinas, más allá de su trascendencia en el plano universal, se ha convertido en un asunto de interés para Latinoamérica e Iberoamérica. Como ha dicho el ministro argentino de Relaciones Exteriores, «Malvinas es una causa de toda América Latina». También, España, Andorra y Portugal sostienen la vía de las negociaciones, como demuestra el comunicado especial adoptado hace tres meses en la Cumbre Iberoamericana de Asunción, en el que se incluye el principio de la integridad territorial. Argentina viene dando muestras sobradas de su capacidad de diálogo y tiene la firme voluntad de resolver pacíficamente el conflicto. Londres no lo entiende y su actitud sólo provocará disensiones. Hoy las relaciones internacionales no se miden en términos de poder colonial.