Literatura

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El míster

La Razón
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Hoy están abiertas las puertas de la gloria y, aunque –cosa que no va a ocurrir– se nos cerraran en las narices, nadie olvidará los felices días que hemos pasado desde lo de Alemania. Es raro, pero todos nos sentimos contentos, unidos (rarísimo) y, ya rozando lo inverosímil, sin tener a nadie a mano para criticar. Porque hasta estamos felices con el entrenador y eso sí que es novedad. El seleccionador nunca se había librado de ser el saco de los golpes y no sólo en época de penurias (Kubala o Clemente), sino incluso en el triunfo, como recientemente ha sucedido con Luis Aragonés. El entrenador es una figura que da mucho de sí. Son depositarios infinitos de anécdotas; personajes legendarios. Si les cuento que el míster de ficción Peregrino Fernández, protagonista de los relatos del escritor argentino Osvaldo Soriano, gustaba tanto del fútbol de ataque que al menor descuido del árbitro se las apañaba para meter un jugador de más en la cancha, dirán que es una licencia literaria. Pero, ¿es más creíble lo que el mago Helenio Herrera cuenta en sus memorias, sobre cómo hizo jugar enfermo a uno de sus pupilos para el que no tenía sustituto, convenciéndole con el argumento de que precisamente con fiebre era como los deportistas alcanzaban el rendimiento óptimo? Bilardo, Menotti, ahora Mourinho o Maradona… el fútbol, como todo, necesita estrellas protagonistas. Pero también hay espacio para otros muchos estilos. Alguien dijo: «Si tengo confianza en el porvenir es porque sé que las personas se portarán con sabiduría y buen criterio… una vez hayan agotado todas las demás opciones». Y en este punto y momento aparece precisamente la inconfundible figura de Vicente del Bosque. Suerte hoy míster.