Londres

«No parar de bailar agravó mis lesiones de espalda»

A vuela plumaDecir María Rosa es decir danza. Su ballet se tiró más de cuarenta años trabajando por los escenarios de todo el mundo. Ahora, tras más de una década retirada de los escenarios, ha abierto el «Centro de danza María Rosa», en el barrio de Salamanca de Madrid. 

«No parar de bailar agravó mis lesiones de espalda»
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-¿Cuántos años ha estado bailando?
-Empecé a actuar en las «Galas juveniles» cuando tenía ocho años y me retiré con 63, mire si he estado tiempo bailando profesionalmente.
-¿Una carrera bonita?
-Preciosa. He tenido la suerte de triunfar en mi profesión y he disfrutado muchísimo por los escenarios de todo el mundo. Mi ballet ha sido el que más años ha estado actuando consecutivamente, más de cuarenta.
-Y ahora se enfrasca en la aventura de montar un «Centro de Danza», ¿por qué?
-Quería montarlo cuando me retiré, hace ya más de diez años, pero, después de estar toda la vida viajando sin parar, preferí volcarme en mis nietas, que entonces eran pequeñas, y quería disfrutar de ellas. Ahora que ya son mayores considero que es el momento de hacerlo.
-¿Y la gente ve por allí a María Rosa dando clases?
-Tenemos muchos profesores porque enseñamos todo tipo de danzas: clásica, española, flamenco, «hip-hop», «funky»….y eso necesita gente especializada, pero hay gente que sólo quiere aprender conmigo y, claro, les doy las clases personalmente.
-Tantos años bailando profesionalmente ¿pasan factura al cuerpo?
-Sí porque lo has forzado una barbaridad. Yo estoy operada dos veces de los pies, se me hundieron los metatarsos, y también me tuvieron que operar de tres hernias cervicales y de desvío de columna.
-¿Cuántas horas bailaba cada día?
-De seis a ocho horas. En mis ensayos hacía hora y media de ballet, una de bailes regionales, media de trabajo sólo con pies, y luego lo montaba todo para el espectáculo. Eran auténticas palizas físicas.
-¿No se paraba nunca?
-Jamás. Cuando se lleva una compañía no se puede parar porque hay mucha gente a tu cargo, así que lo que hice durante años fue ponerme inyecciones de novocaína para soportar el dolor. No parar ha hecho que las lesiones se hicieran más graves, sobre todo las de la espalda.
-Una carrera bonita, pero dura...
-La danza es muy esclava porque te obliga a vivir sólo para ella. No sólo es bailar, son los viajes, los ensayos, los sacrificios a la hora de comer. Hay veces que pienso que me tenía que haber retirado cinco o seis años antes de lo que lo hice.
-¿Por qué?
-Porque al final los dolores eran insoportables, pero ya sabe que a los artistas nos cuesta mucho dejar las tablas.
-Pero ahora se encuentra estupenda.
-Sí, desde que me operé de la espalda, al poco de retirarme, estoy muy bien. Antes le decía que el baile es duro, pero también te da una disciplina y una fuerza física que permite que te esfuerces más en la recuperación y la consigas en menos tiempo.
-¿En qué país le gustaba más actuar?
-Me encantaba bailar en la antigua Unión Soviética porque era un público maravilloso, igual que en Londres. En realidad, en todos he trabajado a gusto. Ahora bien, como bailar en tu país no hay nada.