Aragón

La mortal regla del 30-30-30

La Razón
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MADRID- Las llamas siguen devorando los montes. A las 149.298,79 hectáreas calcinadas hasta el pasado 19 de agosto (la última cifra oficial del Ministerio de Agricultura) hay que sumar las más de 16.500 incendiadas en las últimas semanas en Málaga, Madrid, Aragón y Castilla León. Un verano catastrófico, sí. Pero no es la primera vez que arden tantas hectáreas. Prueba de ello es que en 1990 se calcinaron 203.083 hectáreas, en 1994, 437.635... Y es que las causas siguen siendo las mismas. Ahora bien, salvo pocas ocasiones, el culpable sigue siendo el hombre, con o sin intencionalidad. Este verano, además, se están dando las condiciones extremas idóneas para que los siniestros se conviertan en grandes incendios forestales. «Ha habido brotes de calor muy fuertes y una sequía prolongada que viene de un año anterior muy seco», explica Miguel Ángel Duralde, presidente de la Asociación Nacional de Empresas Forestales (Asemfo). Además, se ha cumplido la famosa regla del 30-30-30. La temperatura ha superado los 30 ºC, el viento ha superado los 30 kilómetros por hora y hay menos de 30 por ciento de humedad relativa. Pero el problema de fondo no es sólo que la vegetación esté seca, sino que, además, hay mucha materia vegetal. «En los últimos 40 años la vegetación ha aumentado mientras que no se ha incrementado la gestión forestal. Algo esencial, sobre todo por el abandono rural y el descenso de la cabaña ganadera», precisa Duralde, que añade que «los recortes también están presentes en estos incendios». De ahí que desde hace años los expertos vengan reclamando una gestión de los bosques que conlleve el aprovechamiento de los mismos. Y es que como dice el decano-presidente del Colegio de Ingenieros de Montes, José Carlos del Álamo, «los montes rentables no arden. Sacar rendimiento económico de los bosques es hoy más importante que nunca». Y posibilidades hay, y muchas. España importa unos 20 millones de metros cúbicos de madera al año, siendo sólo un millón de ellas madera tropical. «Se debería fomentar el cultivo forestal con el fin de reducir las importaciones madereras, así como incrementar el empleo de biomasa para producir energía limpia y fomentar el uso de productos forestales como el corcho y la resina. Con estas medidas se crearían puestos de trabajo, con lo que se vincularía a la población con el bosque, y, además, sería el gestor del monte el que haría los tratamientos silvícolas. En definitiva, «entender que el monte, además de ser un paisaje bonito, es un recurso económico», dice Duralde.