Tenis
Tenis / Por fin un británico ganó en casa
Murray deja a Federer sin el oro olímpico. Desde 1936 no había una victoria local en Wimbledon
Londres- Terminó de llover y se abrió la cubierta de la central de Wimbledon. Ni el sol, que aparecía y desaparecía entre las nubes, quería perderse el día en el que Andy Murray se sacudió sus complejos, el día en el que Gran Bretaña volvió a vibrar con uno de los suyos en el templo del tenis. Andy había perdido las cuatro finales de torneos «grandes» que había disputado. Los Juegos no son tan importantes como los «Grand Slam» para los jugadores, pero están sólo un paso por detrás. «Ha sido la victoria más importante de mi vida», reconoció Murray. El escenario era, además, el ideal: la central del All England Club, donde hace un mes el escocés lloró y se quedó sin voz, roto por la decepción. No era Wimbledon, donde un tenista local no gana desde hace 76 años, y así seguirá, de momento, pero sí se jugaba en Wimbledon. Un pequeño triunfo para el Imperio.
El rival también era el mismo que hizo llorar a Murray, Roger Federer, el ganador de todo, que ya sabe que habrá una cosa que no podrá conquistar: el oro olímpico individual. Le faltó consistencia desde el fondo y seguridad en la red. Mientras Murray saludaba a su gente, a su novia, a su madre… Roger abandonaba la pista cabizbajo. Los focos ayer no eran para él, aunque aceptó bien la derrota, sonriente.
«Murray, Murray», gritaba la central desde el primer momento, las banderas británicas alzadas… Y una española: «Vamos Rafa», se oyó. Pero Rafa no estaba. Ayer encontró quien le sucediera como campeón olímpico en un partido casi impecable del de Dunblane. Empezó fuerte Federer, que llegó a tener un 15-40 en el primer juego, pero se fue diluyendo. Su genialidad apareció a cuenta gotas, apenas en un par de dejadas que sólo están en su cabeza y su raqueta. Murray, en cambio, tuvo mano de hierro y cabeza dura. En cuanto lograba devolver el servicio de su rival y el punto se ponía en juego, mandaba él con su revés. Se llevó el primer set con dos «breaks». La magia era del escocés. Cada subida del suizo a la red, ayer una enemiga más, era contestada con un «passing» desde cualquier posición. Le desesperó tanto que incluso falló alguna volea facilísima.
Murray rompió el saque del helvético al comienzo del segundo parcial y aguantó el juego siguiente, que fue eterno, con golpes increíbles, y en el que tuvo que salvar hasta siete desventajas. Ganó ese juego y con él encarriló el partido y el triunfo final. En el momento de la verdad, a Andy no le tembló la mano. Cuando servía para llevarse el partido llegó a hacer un saque a 208 kilómetros por hora. Cuando ganó, se dirigió al medio de la pista y se arrodilló con las manos en la cara. Lo había conseguido. A un lado quedó Federer y al otro, Del Potro, que le ganó el bronce a Djokovic. El público estaba que no se lo creía.
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