Jubilación

Hombre al agua

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La XXIV campaña Antártica ha llegado a su fin un nuevo año con la vuelta a casa, tras cuatro meses de estancia, de los investigadores y militares de la Isla Decepción en la Antártida. Un volcán activo de interés para vulcanólogos, estudiosos de los pingüinos y científicos de toda índole que, año tras año, se desplazan hasta aquí bajo la supervisión y el apoyo logístico del Ejército de Tierra (encargados de la gestión entre otros de la base militar Gabriel de Castilla).
Las operaciones científicas, financiadas por el Ministerio de Ciencia e Innovación, sirven de excusa al ejército para probar nuevos sistemas de comunicaciones en condiciones climatológicas adversas. Las operaciones en agua «donde la distancia desde el mar hasta la base es de unos tres o cuatro kilómetros», explica José Manuel Lupiani, comandante en jefe de la base militar, son tan comunes como técnicamente difíciles.

Durante la campaña de este año han contado por primera vez con unas radiobalizas especiales de localización. Diseñadas por Indra en el Centro de Excelencia de Sistemas de Seguridad (CES) de León, constan de un emisor o radiobaliza instalada en el chaleco salvavidas y tres tipos de receptores (portátil, sin interfaz gráfico o con él). El emisor permite lanzar una señal de alarma en la frecuencia internacional SOS y también ayudan a la localización exacta gracias a la incorporación de un GPS. «Sabes que se ha caído alguien y por el número de identificación quién lo ha hecho», explica Raquel Camino, técnico del CES. En el caso de la Isla Decepción, se ha utilizado sólo señal de audio (dos millas de radio de acción) y de datos (1,2 millas de radio, que comunican los identificadores y GPS) directamente al centro de control de la base, sin provocar una alarma a nivel internacional y reduciendo el tiempo de reacción.