Estados Unidos

Todos temen al general McChrystal

No hay documentos de sus misiones en el ejército. El Pentágono y los expertos en las escuelas de pensamiento evitan pronunciarse sobre él

Todos temen al general McChrystal
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El general Stanley McChrystal es un misterio. Un secreto sobre el que no se puede investigar y sobre el que, cuando se pregunta, la respuesta suele ser «no». De 55 años, ha pasado los últimos 34 de su vida dedicado al Ejército de Estados Unidos. Y sin embargo, no se pueden encontrar muchos documentos sobre sus misiones. La mayoría están clasificadas. Ha servido como director del Estado Mayor y jefe del comando de operaciones especiales, donde consiguió matar al líder de Al Qaida en Irak Abu Musab al-Zarqawi. Es su gran éxito, aunque también hay una mancha en su expediente: participó en el encubrimiento de la muerte del soldado jugador de fútbol americano Pat Tillman provocada por «fuego amigo». En un principio, el Pentágono explicó que había caído como un héroe en una emboscada de los talibán. Y McChrystal aprobó la citación de una estrella de plata para este soldado. Pero, sabiendo lo que realmente había sucedido, envió un informe a la Casa Blanca donde advirtió que el entonces presidente George W. Bush no debía mencionar este caso en sus discursos. Nadie cuestionó sus recomendaciones.

 

Tenía poder de influencia hasta que el artículo de Michael Hastings en Rolling Stone provocó su imprevista salida. Hasta entonces, este comandante había consagrado su vida, su familia y todo el resto de su vida a las Fuerzas Armadas estadounidenses. Nadie quiere hablar mucho más sobre él. Sólo se sabe que no se le degradará. Conservará sus medallas, condecoraciones y estrellas. Tampoco habrá consejo de guerra como se había especulado.

 

El portavoz del Ejército, George Wright, sólo sabe, o quizá es lo único que se atreve a confirmar, que «el general McChrystal anunció el lunes 28 de junio su jubilación. Desconozco sus planes de futuro. Tampoco la fecha oficial de su retiro». Un portavoz del Departamento de Estado reconoce que «ahora sólo se puede preguntar al general. Pero, como despidió a su equipo de prensa después del artículo, no hay nadie a quien se pueda extender la petición. Quizá, sepamos de él en el alguna escuela de ideas», matiza.

 

Pocos quieren hablar en Washington sobre el general, a pesar de que las menciones al mismo son ya en pasado. El presente en Afganistán se escribe con el nombre de David Petraeus, el general del Comando Central –Oriente Medio y Asia Central–, inmediato superior de McChrystal, elegido para sucederle en su puesto. Precisamente, Petraeus es el padre de la estrategia «CO-IN» (Contrainsurgencia) que McChrystal ha llevado a cabo en Afganistán.

 

Ni los militares, ni los políticos, ni los expertos de las escuelas de pensamiento desean comentar sobre lo sucedido. McChrystal tiene amigos y asesores en todas y cada una de estas instituciones. Y se espera que pueda terminar al frente del departamento de Seguridad Nacional de cualquiera de las de línea conservadora. No importa que este general republicano votase a Barack Obama en las elecciones.

 

El profesor de Historia de la Universidad George Washington Ronald Spector admite que «el presidente Obama ha tenido mucha suerte de tener a David Petraeus para reemplazar a McChrystal», cuyo futuro ve en alguna escuela de ideas estadounidense o el alguna consultora de seguridad. A Spector, todavía le sorprende el error de este militar de alto rango. «Debería haber sabido hacer mejor las cosas».

 

Los únicos militares que están dispuestos a hacer comentarios sobre lo sucedido lo hacen bajo condición de que no se revele su identidad. Ya se ha hecho demasiado daño al comando de Afganistán por haber hablado más de la cuenta. Y nadie quiere caer en el error ni de McChrystal ni de sus ayudantes. Los soldados estadounidenses han visto lógico que se retire. Ahora mismo no hay nada que el general pueda hacer dentro de las Fuerzas Armadas de su país. Más que pensar mal o hacer comentarios sobre el presidente Barack Obama, en el mundo militar se considera imperdonable la insubordinación que supuso contárselo a un periodista para que después lo publicase. Hubo un fallo en la cadena de mando y de disciplina. Y eso es imperdonable para los hombres y mujeres que visten el uniforme militar.

 

Todavía la gran incógnita sigue sin respuesta: ¿Cómo es posible que un militar de alto rango al frente de una de las misiones más importantes de la historia de su país se fuese de la lengua con un periodista? El profesor de Periodismo Stephen Solomon de la Universidad de Nueva York (NYU) admite que «no creo que se pueda decir que el periodista se aprovechó de las circunstancias». Sucedió que el poderoso McChrystal no lo fue tanto por una vez.