Estados Unidos
Sarko se arremanga
A Francia se le acumula el trabajo. Abierta de par en par la guerra de Libia, se aviva un segundo frente en Costa de Marfil. Y con su forma de proceder, París certifica sin complejos dos cuestiones básicas. Primero, que toda potencia que se precie enseña los dientes y recurre al uso de la fuerza cuando la resolución de conflictos se enquista.
Segundo, que toda potencia con voluntad de retener o ampliar sus cuotas de hegemonía contempla con normalidad y orgullo la extensión de su influencia mucho más allá de sus fronteras, sin levantar el ojo de sus viejas posesiones coloniales.
Dada la inexistencia de una verdadera agenda exterior y de seguridad común europea, probado el mero recurso al legalismo de Naciones Unidas y contrastado el miedo al intervencionismo de Estados Unidos en la era Obama, Sarkozy ha visto que ésta es la suya. Y la está jugando con todas las consecuencias y sin ambages. Sin caer en la tentación del aventurerismo militar, bajo el amparo del Derecho Internacional Público, pero poniendo tropas y bombas donde hay que ponerlas porque no hay otra.
En Abiyán y otros enclaves del país va para dos millares el número de muertos. Qué duda cabe que en la misión de interposición agresiva entre los acólitos del presidente saliente, Laurent Gbagbo, y los seguidores del electo, Alassane Ouattara, hay una motivación humanitaria.
Pero la carta es aquí para Sarko la de la «raison d'État» en la antiquísima semántica de su compatriota Richelieu. La del interés nacional. O sea, la de promover y defender el bienestar, la prosperidad y la seguridad de Francia y de los franceses. ¡Qué envidia!
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