Bruselas
Mínimo acuerdo para tranquilizar a la City
Cuatro días después de las elecciones la incertidumbre sobre el futuro de Reino Unido sigue sin disiparse.
Los liberal demócratas y los conservadores continúan inmersos en intensas negociaciones después de que los «tories» no consiguieran la mayoría absoluta que muchos daban por garantizada. Alcanzar un acuerdo está siendo una ardua tarea y no sólo por las diferencias ideológicas entre las dos formaciones, sino porque sus líderes Nick Clegg y David Cameron han recibido recriminaciones por parte de sus filas al no haber cosechado los resultados que vaticinaban las encuestas.
Los «tories» insistieron el viernes en la necesidad de llegar a pactos lo antes posible, pero lo cierto es que se espera que las reuniones prosigan, como mínimo, una semana más. Lo único que pudieron decir ayer sus equipos fue que los encuentros están siendo «productivos» y que se habían logrado avances en aspectos como libertades civiles y políticas económicas.
El hecho de que el conservador William Hague y luego el liberal Danny Alexander insistieran tanto en los progresos con respecto a la «reducción del déficit» indica la preocupación que existe en los partidos sobre las consecuencias que un «hung parliament» pueda provocar en los mercados. La City no está acostumbrada a ver parlamentos sin mayorías absolutas y hay miedo. La libra cerró a la baja el pasado viernes y las formaciones temen que la situación política no ayude a recuperar la sostenibilidad fiscal.
El mensaje que había que lanzar estaba claro aunque tanta repetición pudo provocar justamente el efecto contrario al dar a entender que existe nerviosismo. Y es que, a nadie se le escapa que las visiones que tienen los dos partidos sobre cómo atajar el histórico agujero presupuestario de 163,000 millones de libras –el más elevado del G7– son muy distintas.
Cameron insiste en que hay que actuar cuanto antes y si se muda a Downing Street está dispuesto a realizar recortes inmediatos de 6 mil millones de libras. Clegg, por su parte, comparte la teoría de Brown de que movimientos precipitados podrían llevar al país a una doble zambullida en la temida recesión. Pero el económico no es ni mucho menos el único obstáculo. La reforma del sistema electoral sigue siendo el principal campo de batalla y aunque los conservadores insistieron ayer que habían vuelto a revisar el tema no parece que hayan cedido para convocar pronto un referéndum. Entre las «líneas rojas» que los «tories» no están dispuestos a pasar están también las políticas sobre inmigración, defensa y Europa. El euroescepticismo que siente el partido quedó ayer de nuevo claro después de que «The Observer» revelara una carta secreta escrita por William Hague a Cameron. Se trataba de un borrador en el que el autor se presentaba como ministro de Exteriores pensado que hoy acudiría a Bruselas a su primer consejo tras haber ganado las elecciones. El mensaje que tenía pensado trasladar iba a ser el de que las cosas «habían cambiado» y a partir de ahora Londres se opondría a cualquier paso «a favor de una mayor integración». El gobierno de coalición entre los dos partidos, por tanto, parece cada día más complicado. Lo único que indicaron ayer los «tories» fue que no tenían pensado dar a los liberales determinadas carteras como se especuló aunque sí «algunos roles».Las dificultades, en cualquier caso, juegan a favor de los laboristas que aún confían en que Clegg acabe llamando a su puerta. El tercer hombre se entrevistó ayer personalmente con Brown, pero, más que para tenderle la mano, podría haber sido para pedirle su dimisión. El aún continúa en Downing Street, pero si se llegara a un acuerdo con Clegg podría dar paso a otro líder.
Guerra entre hermanosMientras Brown permanece en Downing Street, en el Partido Laborista empiezan a moverse algunas piezas que indican que el probable relevo del líder no será tranquilo. El ministro de Medioambiente, Ed Miliband ha advertido a su madre que piensa competir con su hermano el titular de Exteriores, David Miliban, por la sucesión en el Labour. El jefe del Foreign Office y el ministro de Educación, Ed Balls, son, por el momento, los favoritos.
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