Lisboa
Europánico
El pánico a la deuda soberana, que empezó en la víspera, hacía prever una nueva jornada de infarto y los mercados no decepcionaron a los inversores adictos al riesgo. La falta de acuerdo sobre el rescate de Grecia y la presión sobre Italia para que ejecute sus reformas liquidaron las compras durante la primera hora de la sesión, que estuvo marcada por las caídas y una oleada de ventas que llevó a plazas como Milán y Madrid a descensos de hasta el 4%.
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, reconoció que ni el organismo que dirige ni la propia UE están preparados para un segundo rescate de Grecia. Si la economía helena no puede recibir nueva asistencia, ¿qué pasará si Irlanda, Portugal o, incluso, España necesitan capital? Ésa fue la pregunta que rondó el mercado durante la apertura y los rumores se encargaron de dibujar un escenario tétrico para los intereses comunitarios y para el futuro de la moneda única.
En el mercado de deuda, la sangría disparó las primas de riesgo de los periféricos hasta niveles históricos. En el caso de España, el bono a diez años se elevó hasta el 6,29% durante los primeros instantes de la sesión, lo que llevó la prima de riesgo –diferencial respecto a Alemania– hasta los 374 puntos básicos (un 3,74%), su máximo histórico intradía.
Con este panorama, marcado por una casi total ausencia de compradores de bonos que derivó en el encarecimiento puntual de la financiación de las economías más débiles, apareció el Banco Central Europeo (BCE). La institución salió al rescate de la economía comunitaria comprando deuda de los periféricos en el mercado secundario. El movimiento del organismo que preside Jean Claude Trichet, una inyección de liquidez en toda regla, actuó una vez más como el bálsamo público que necesitaban los países más afectados por la crisis en la UE.
El interés de los bonos –que evoluciona a la inversa de la demanda– se relajó de forma casi inmediata, el «bund» germano se encareció y las principales plazas de la renta variable comunitaria volvieron a registrar órdenes de compra para mitigar los descensos matinales.
De ahí al cierre, los mercados respondieron, pero nada pudo evitar un cierre en negativo para la mayoría de plazas europeas. Milán y Lisboa, las más bajistas en la víspera, sí lograron despedir en números verdes la jornada gracias al BCE. En el resto, caídas de un 0,9% de media pese a que los bancos respiraron tras dos días de fuertes castigos.
El mercado está dañado
En cualquier caso, los mercados siguen rotos y la intervención del BCE fue sólo un balón de oxígeno temporal. Los inversores piden más y los «hedge funds» campan a sus anchas por el secundario. El «torpedo» lanzado sobre los cimientos de la unión monetaria y económica del euro en estas primeras jornadas de julio ha hecho mucho daño, y las inyecciones de capital por parte del banco central también tienen su límite.
El BCE no ha publicado aún su exposición a la deuda de los periféricos, como tampoco lo han hecho los bancos alemanes, y probablemente no lo harán aunque la situación se calme. Ya no es un problema de las pequeñas economías de la zona euro, el ingreso de Italia y el reenganche de España lo han convertido en un conflicto global.
Ésa es la realidad que las autoridades tienen que asumir. Sin hechos, los mercados lo tienen muy fácil para seguir castigando la deuda de los periféricos. Hay mucho dinero y la financiación de muchas economías en juego.
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