Estados Unidos
Los españoles que habrían matado a Osama
Los «guerrilleros» del Ejército y la Fuerza de Guerra Naval Especial son dos unidades de élite capaces de llevar a cabo acciones como la «operación Gerónimo»
Como en las películas, en Estados Unidos pasa todo y Estados Unidos es el centro del planeta, sus militares los héroes y sus políticos los que tienen las agallas para tomar decisiones más allá de cálculos electorales. Aunque América siga dominando el mundo y su cine nuestro imaginario militar colectivo (y excepto por el extremo político que nos diferencia), España también podría haber llevado a cabo la «operación Gerónimo» que terminó con el terrorista más buscado del mundo. Pero, ¿qué españoles se hubieran infiltrado en Pakistán para asaltar la fortaleza de Osama Bin Laden? ¿Cómo son? ¿Cómo se entrenan?
En nuestros ejércitos hay tres unidades dedicadas a operaciones «fuera de lo común»: el Escuadrón de Zapadores Paracaidistas en el Ejército del Aire; la Fuerza de Guerra Naval Especial en la Armada (los homólogos de los SEALS estadounidenses); y el Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra. Estos últimos serían, según las diversas fuentes militares consultadas, los encargados de realizar una misión como la de los SEALS en Pakistán.
El Mando de Operaciones Especiales (MOE), de cuyo germen, las unidades de operaciones especiales, se cumplen este año sus bodas de oro y el que viene liderará el mando del componente de operaciones especiales de la fuerza de respuesta de la OTAN, es una unidad de élite «discreta». Tanto que los datos sobre cuánta gente la compone no son públicos y que sus misiones son secretas, estén donde estén y hagan lo que hagan. Su última «aparición» pública fue la «operación Cantado», el asalto al islote de Perejil en julio de 2002. Ser un boina verde no es fácil ni está al alcance de todo el mundo pese a que cuenta con más de 15 aspirantes por plaza.
Difícil acceso
El MOE es de las pocas unidades a las que no se puede acceder desde la condición de civil. Para entrar en ella hay que tener un mínimo de 2 años de servicio en otras unidades militares y superar el curso básico de operaciones especiales, además de unas pruebas físicas y psicotécnicas mucho más duras de las que someten al resto del Ejército. La exigencia en ambos aspectos no es una cuestión nimia. La carrera en un equipo operativo de un boina verde no suele ir más allá de los 35 o 36 años. El desgaste físico y psicológico de un miembro del MOE es altísimo. En cada mes de trabajo hay diez días de campo en durísimas condiciones. Tienen que estar preparados para trabajar con calor o frío extremos, para seguir un objetivo durante días sin apoyo externo y sin medios de supervivencia más allá de los que se procuren, para aguantar en un agujero días y días a la espera del enemigo o para lanzarse en paracaídas de noche en zona hostil.
La mayoría de sus misiones se desarrollan tras las líneas enemigas, ya estén éstas en el desierto más árido del mundo, en el círculo polar ártico, en lo alto de una montaña o en la jungla más espesa, e incluso aunque haya que hacer infiltraciones subacuáticas. Pueden variar desde la destrucción de objetivos estratégicos mediante «golpes de mano» u operaciones «quirúrgicas» (entrar- eliminar-salir) o a través de la señalización de objetivos por láser para su destrucción por un avión, la captura de personalidades, el rescate de rehenes, la observación de objetivos estratégicos y el entrenamiento a fuerzas de otros países.
Desde que un aspirante supera el curso de operaciones especiales hasta que se integra en un equipo operativo puede pasar entre un año y un año y medio. En ese periodo, el nuevo boina verde se especializará. Y seguramente no acabará donde quería, sino en el puesto para el que demuestra más aptitud. En ese tiempo realizará entrenamientos en alta montaña, esquí, cursos de paracaidismo, tiro de precisión, supervivencia y orientación, buceo, aprendizaje en explosivos, primeros auxilios, botánica, caza, conducción, fotografía, navegación... Todo ello acompañado de una forma física casi perfecta y de una mente acostumbrada a pasar hambre, a no dormir y a estar siempre rodeado de enemigos, para poder reaccionar apropiadamente y con eficacia ante cualquier contingencia.
Sus maniobras van desde pasar diez días en el campo sin comida y teniendo que mantener vivo y alimentado a un cordero más que apetecible a pasar una semana en la nieve a la espera del objetivo tratando de que no se les congelen los pies. En los ejercicios de supervivencia, un soldado debe saber obtener y tratar alimentos, fabricar utensilios y cabañas y moverse y combatir con los medios que obtenga de la naturaleza, sin dejar rastro. Y aquí dejo un misterio al lector: ¿cómo hace sus necesidades un soldado que no quiere ser detectado ni por el enemigo ni por el olfato de los perros?
El armamento que puede llevar un boina verde incluye desde el fusil reglamentario HK G-36 hasta un rifle de precisión Barret. En medio, toda una gama de escopetas, subfusiles, pistolas, granadas, cuchillos y lanzagranadas. Y todo ello acompañado, según la misión, por escalas, cuerdas, bombonas de oxígeno, botas impermeables, visores de punto rojo u holográficos, punteros láser y gafas de visión nocturna entre otras cosas. También aquí hay elementos secretos inconfesables.
Con este planteamiento, uno podría pensar que estos hombres son lo más parecido a «Rambo», pero nada más lejos de la realidad. Precisamente su principal característica es ser lo contrario que el peliculero soldado. Bajo el lema «Honor, deber, patria», y el grito «¡Me atrevo!» característico de la unidad, se esconden soldados equilibrados, pacientes, con un alto sentido del compañerismo, sacrificados, discretos, capaces de adaptarse,duros y con iniciativa (uno de los requisitos más destacados por los mandos).
Estados Unidos sigue siendo el más poderoso del mundo, pero en España también podríamos haber llevado a cabo la «operación Gerónimo».
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