Valencia
Los deportados denuncian que su estatus es un «limbo jurídico»
Tres cubanos liberados empiezan los trámites para ser refugiados políticos. «Seguimos siendo perseguidos dentro y fuera de Cuba»
«Yo no soy dueño de mí ni en España (...) No depende de mi decisión, de mi opinión, de lo que yo quisiera o no. Me lo imponen. Hay una realidad: he salido de una prisión, de gruesos barrotes de 19 milímetros (...) y estoy en una prisión sin barrotes».
Este sentimiento del excarcelado cubano Julio César Gálvez, lo transmitieron ayer otros cinco disidentes del grupo de 11 que ya han sido desterrados de la isla por el Gobierno de Raúl Castro: Ricardo González, José Luis García Paneque, Omar Rodríguez, Normando Hernández y Léster González. Los seis, parte de las 52 víctimas que aún quedan de la «Primavera Negra» de 2003, en una conferencia en la Asociación de la Prensa de Madrid, afirmaron estar en «un limbo jurídico», porque su estatus no está claro.
Además les preocupa que su futura residencia dependa de lo que decidan las organizaciones de apoyo que los asisten y terminar dispersados. Se les ha explicado, dijeron, que tendrán la categoría de «residentes con una protección subsidiada internacional», pero a ellos no les queda claro aquello.
Fuentes del Ministerio del Interior explicaron a Europa Press que esta figura permitirá equiparar sus derechos con los de cualquier ciudadano español y por ello podrán optar también al permiso de trabajo y residencia en España.
Los desterrados, con muchas dudas al respecto, insistieron en que deberían ser tratados como refugiados políticos, porque no son inmigrantes. «Si yo decido de aquí tomar el pasaporte y agarrar un avión a Cuba, cuando llegue allá voy otra vez para la prisión. Si para regresar a mi casa tengo que pedirle permiso al vecino, no soy un hombre libre, sigo siendo un perseguido político dentro y fuera de Cuba. No podemos olvidar que los agentes de Castro están en todas partes», comentó Galvez.
A Normando Hernández, que sufre de problemas digestivos por su vida en prisión, y debió recibir atención médica la mañana de ayer, le comunicaron que a él y sus familiares los llevarán a una casa de refugio en Valencia.
Sin embargo, dijo que hubiera preferido irse a EE UU, donde vive su madre, Blanca González, quien en esos momentos estaba en el auditorio. Ella contó a LA RAZÓN que se quedará en Madrid hasta el 25 de julio, acompañando a su hijo, a su nuera y a su nieta, a quienes no ha «disfrutado», ya resignada a seguir lejos de ellos.
A Ricardo González, corresponsal de Reporteros sin Fronteras, en cambio, le dijeron que iría a Málaga, a donde compartirá refugio con otras 40 personas procedentes de África. Los demás aún desconocen su destino. José Luis García mencionó que se les habló también de la posibilidad de hacer una solicitud para acceder al estatus de refugiado, y que para ello tienen que presentar las «pruebas y documentación» del caso. Este proceso, se indicó, ya lo iniciaron Pablo Pacheco, Omar Ruiz y Antonio Villarreal.
Los excarcelados agradecieron a la prensa y la comunidad internacional por la presión ante sus casos y la situación de Cuba, pero pidieron no quitar su mirada sobre los presos que se quedaron. «El Gobierno está liberando a los que han optado por el exilio. Pero por qué no libera a los que han decidido quedarse, si es solo de abrir las puertas de las cárceles», criticó González.
Atentas a sus declaraciones, en esa sala, estaban sus esposas, las Damas de Blanco, para quienes los disidentes pidieron aplausos por su lucha. Iliana Marrero, cónyuge de Omar Rodríguez, contó a este diario que más familiares suyos (12 personas) estaban por llegar a España. Aquí espera que sus vidas mejoren. Por ahora, sólo le incomoda que en la pensión donde están alojados no haya privacidad y hasta deban compartir el baño con desconocidos.
«Convivimos con las ratas»Todos arrastran, física y emocionalmente, el infierno que vivieron en prisión. «Convivimos con ratas, con cucarachas», contó Julio César Gálvez, al mencionar también el estiércol y la alimentación: «Agua de cáscara de plátano hervida o sebo de res». «Kafka no hubiera escrito algo peor», indicó Ricardo González, mientras que Normando Hernández dijo que fue testigo de presos que se autolesionaban. «Se envolvían en un colchón para prenderse fuego, con tal de ser atendidos».
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