Alicante

Tabarca: 25 años de paraíso submarino

A tan sólo cuatro millas náuticas del Cabo de Santa Pola, en Alicante, la Reserva Marina de la Isla de Tabarca es una de las excursiones en barco que más interés despierta. Y qué mejor que hacerlo ahora con la llegada del buen tiempo. También se puede bucear

Tabarca: 25 años de paraíso submarino
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Un mar de pradera tapiza las rocas sin dejar ningún recoveco en el olvido. Las largas hojas de la Posidonia oceánica tiñen de verde los fondos de la Reserva Marina de la Isla de Tabarca, en Alicante. Sólo esta fanerógama ocupa el 80 por ciento del enclave, mientras que sus hojas muertas llegan hasta la línea de la costa. Por arriba y por abajo, no hay rincón en el que este endemismo del Mediterráneo no crezca. Es en este hábitat, situado a 4,1 millas náuticas del Cabo de Santa Pola (de muelle a muelle), donde el mero (Epinephelus marginatus) encuentra el lugar idóneo para poner sus huevos y reproducirse. La ausencia de pesca de arrastre ha sido clave para el crecimiento poblacional de esta especie. Porque incluso hoy, 25 años después de su protección, «aún se detecta el impacto de la pesca de arrastre sobre la posidonia, ya que se trata de una planta de muy lenta recuperación», explica Felio Lozano Quijada, coordinador del Servicio Marítimo de Protección de Tabarca.

más meros y cigarrones
Aquí la población del mero es enorme, tanto de juveniles como de adultos. De hecho, estas aguas acogen importantes colonias de meros reproductores de más de un metro de tamaño, que estarán ahora reproduciéndose, al ser ya verano. Tendrán que tener cuidado los peces de pequeño tamaño y los pulpos. Los meros aquí no son uno o dos ejemplares. «Su densidad es hoy cinco veces mayor que hace 25 años, al registrarse en la actualidad 60 meros por hectárea dentro de la reserva y dos fuera de las líneas imaginarias de protección», precisa.
Con la cigarra de mar (Scyllarides latus), la tercera especie más emblemática de la reserva, ha sucedido algo similar. «A punto de desaparecer, la Isla de Tabarca alberga una de las densidades más grandes de cigarra de mar del Mediterráneo», asegura Lozano. El cigarrón, como también se conoce a esta especie similar a la langosta pero con antenas redondas, vive en los fondos rocosos, donde halla una gran variedad de moluscos de los que alimentarse, así como restos de animales muertos que devora.

El hábitat protegido de estas especies podría aumentarse. «Existe la posibilidad de incrementar la reserva en 600 ha, ya que hubo zonas que se quedaron fuera a pesar de tratarse de unos fondos rocosos de gran potencial», avanza Lozano. «De lograrse –prosigue–, el margen norte y el este de la reserva, este último con gran riqueza de gorgonias», se protegerían, lo que redundaría, aún más si cabe, en una mejora de la conservación del medio marino. «Estamos pendientes de aumentar la extensión de esta reserva, que hoy ocupa 1.754 ha. Aunque hoy esta opción está aplazada, que no parada, por cuestiones socioeconómicas», confirma Silvia Revenga, jefa de Servicio de la Subdirección General de Recursos Marinos y Acuicultura de la Secretaría General del Mar. «No se trata sólo de proteger, sino de dotarlas de los medios suficientes, tal y como se hace con esta reserva –la primera que se protegió en España– y con las otras nueve que gestionamos», precisa Revenga, que añade que «hay en cartera otras tres zonas pendientes de reserva: Illes Formigues-Costa Brava, Cabo Tiñoso (Murcia) y otra en el entorno de la Isla de La Gomera».

En cualquier caso, la protección durante 25 años ha hecho su efecto. Los meros, los cigarrones y las doradas que crecen aquí tienen un efecto reserva de recarga de caladeros. Unos bancos de peces que siguen creciendo mientras los pescadores artesanales (determinadas artes y personas) pueden seguir capturando ejemplares de forma sostenible. «Se protegió en 1986 porque esta zona se había preservado mejor que el resto y hoy este gran potencial se ha consolidado. La reserva acoge una riqueza marina desbordante», asegura Lozano. Y eso que no sólo está frente al Cabo de Santa Pola y «recibe algo de turbidez del Segura, así como algún impacto de las granjas marinas situadas a sólo tres millas de la reserva», añade. En este enclave, además, hay que compaginar protección con uso turístico, ya que la Isla de Tabarca no sólo está habitada, sino que ir a conocerla es una de las excursiones en barco que más interés despierta entre los turistas que hasta la Costa Blanca se acercan. Y qué mejor que hacerlo ahora, con la llegada del buen tiempo. Por cierto, los que quieran conocer de cerca este paraíso submarino, también se permite el buceo en determinadas zonas previa autorización.