Albacete

El toreo transparente de Manzanares

- Albacete. Novena de la Feria de la Virgen de los Llanos. Se lidiaron toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq, Parladé (1º y 2º) y un sobrero de Luis Algarra (5º), terciados y cómodos, excepto el 4º, pero de buen juego todos; destacó el buen 3º. Casi lleno.- Juan Mora, de verde botella y oro, dos pinchazos, estocada casi entera (pitos); media caída (pitos). - Sebastián Castella, de lila y oro, entera (ovación con algunas protestas); media caída, aviso, seis descabellos (silencio).- José María Manzanares, de azul purísima y oro, media, aviso (dos orejas), estocada (dos orejas).

El diestro José María Manzanares sale a hombros del coso albaceteño
El diestro José María Manzanares sale a hombros del coso albaceteñolarazon

Andaba la tarde de la novena de feria en Albacete mustia y hosca hasta que José María Manzanares, que ya había recibido a su primero con muy ceñidas verónicas, se rompió nada más tirar de muleta. Llevó muy largo a su noble y repetidor oponente, bajando la mano y corriéndola con temple en un palmo del terreno y sin cantearse. Si con la derecha estuvo soberbio, al natural trazó unos muletazos interminables y transparentes, como si torease con la mano. Cumplió una labor de tanta belleza como eficacia. Se empeñó en matar una tarde más recibiendo y, pese a que la media estocada que dejó fue deficiente, a su esportón fueron las dos orejas de un toro que, a lo mejor, también mereció la vuelta al ruedo.

El sexto salió suelto del caballo y echó la cara arriba en banderillas. Poco a poco, Manzanares le fue sobando, dando su tiempo, le fue haciendo hasta convencerle para que repitiese sus embestidas. Citando de lejos y obligándole progresivamente hasta someterle totalmente en una faena más trabajada y prosaica. De más sacrificio. En ella, puso de manifiesto su torería, gusto y estética, pero también una depurada ciencia lidiadora.

Previamente, se pitó a Juan Mora tras arrastrar al primer toro de la tarde, un burel con el que no se confió y pasó su turno en probaturas y ensayos. El diestro de Plasencia quiso desquitarse con el precioso sardo que hizo cuarto, un toro que, sin excesivo peso, exhibió trapío y plaza, con el que se lució en el saludo de capa en un quite por verónicas. Luego, intentó buscar al animal, pero anduvo destemplado y sin acoplarse. Mató de media caída, que fue suficiente.

Tras dos pares magistrales de Francisco Javier Ambel, Sebastián Castella pensó mucho y se paseó más para sacar un trasteo que no terminó de cuajar a su primero. Un astado que siempre tuvo voluntad de embestir y al que no entendió.

Se protestó la blandura del quinto, una raspa con cara, que se devolvió tras ser banderilleado y comprobar el palco su escasez de energías. Tras no poco rato y muchos esfuerzos para conducirlo a los corrales, saltó en su lugar un toraco de Luis Algarra que salió ya enterándose. Sin apenas entrega en el caballo y mucha menos en la muleta, se paró y renunció a la pelea casi de inmediato. Castella no sólo no tuvo opción alguna, sino que además pasó apuros para quitárselo de encima.