Convenios colectivos

El apretón

Los beneficios de los convenios colectivos, a los autónomos nos parecen sueños de otro mundo 

La Razón
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Me encantó el apretón de manos que se dieron, antes de la visita de la señora Merkel, y quién sabe si en su honor, Gobierno, Sindicatos y Patronal. Fue una bonita fotografía con un logo de color madreselva de fondo que celebraba la firma del «Acuerdo Social y Económico para el crecimiento, el empleo y la garantía de las pensiones». Dicen que el madreselva es un tono esperanzador y toda la pesca. El madreselva ha sustituido al color rojo al que nos tenía acostumbrados el PSOE de ZP. Como si el rojo socialista se hubiese desteñido un poco bajo las inclemencias de la que está cayendo.

Más que un apretón, los compañeros representantes del Sindicato del Gobierno, los representantes de los Sindicatos de los Trabajadores y del Sindicato de la Patronal, unieron sus manos al estilo de los antiguos mosqueteros D'Artagnan, Athos, Porthos y Aramis. Ni Alejandro Dumas hubiese montado mejor la escenografía. Mirando la foto, que es preciosa, una se pregunta si los fotografiados no pensarían en Angela Merkel como en su propio y temible Cardenal Richelieu…

Luego llegó Merkel y dijo que ella creía que había que vincular la subida de los salarios a la productividad, no a la inflación como manda la costumbre en España, y los fotografiados dijeron que ni hablar. Aunque, al rato, el presi lo pensó un poco más y dijo que quizás sí, pero que, bueno, si total… También está el tema de los convenios colectivos que, asimismo, se mira mal desde la lejana Europa porque resultan antiguos, como del siglo XIX. En España hay convenios colectivos, pero no convenios individuales patrón-trabajador. Los beneficios de los convenios colectivos, a los autónomos nos parecen sueños de otro mundo: no los disfrutamos, el que trabaja por su cuenta se busca la vida sin ningún sindicato que pegue apretones en su nombre. España adora el espíritu colectivo. La individualidad nos parece cosa de prepotentes, de «trepas» altivos, de repugnantes codiciosos. Lo que está muy mal visto por aquí. Franco nos enseñó que eso está muy feo. Tener ambición y aspiraciones: odioso. Que lo bueno es la manada en el redil, no la vaca sin cencerro que se tira por su cuenta al monte. Por eso no somos, en general, emprendedores. Tendemos a refugiarnos en el chiquero, en el corral o en el aprisco. O en el convenio colectivo. El francomarxismo español (aleación lógica de franquismo sociológico y marxismo sesentayochista), que tan hondo ha calado en la mentalidad colectiva (¡!) nos cercena las alas desde que nacemos por tierra, mar y aire; o sea: a través de la familia, la tele, la educación y las relaciones sociales.

Así que, estábamos en esas, dándonos apretones de manos «sociales» –en primer lugar– y sólo un poquito «económicos» –palabra que suena mal, avariciosa… pero desgraciadamente de actualidad porque estamos todos tiesos, así que hay que mencionarla– y llega doña Merkel y nos dice: «oigan, si ustedes no producen no pueden subirse el sueldo». (Pero, ¿qué se habrá creído, la Rotenmerkel esa? Vamos, anda…). (Teutones, cansinos).