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Un hispanista de pro

La Razón
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La especie de los hispanistas da para todo. En España suelen tener buena prensa quizá por eso de que muchos no se creen que nuestra Historia pueda llamar la atención de los extranjeros y, claro, con semejante punto de partida, pasa lo que pasa. Por ejemplo, hemos sufrido hispanistas que nos han contado la Historia del siglo XX sin tener la menor idea de lo que hablaban y, a veces, buscando algún pesebre con el que tener un buen pasar. Los hemos tenido capaces de confundir unos personajes de la Historia de España con otros y, aun así, dedicados a pontificar desde nuestros diarios sobre temas de los que ignoran casi todo. Hasta los ha habido necrófilos. Pero junto con tan variopinta raza de ignorantes, aprovechados y truhanes, los hay también excelentes. El mejor en el ámbito de la Historia contemporánea es Stanley G. Payne y en el de la Moderna, Geoffrey Parker. Mientras en el primer caso sus rigurosos estudios se han ceñido casi de manera exclusiva al ámbito hispano, en el segundo estamos ante un conjunto de investigaciones que desbordan esos límites. Es un gran historiador militar (eso que no es casi ninguno de los autores que se ponen a escribir sobre la guerra civil española ) y ese punto de partida ha facilitado enormemente que pudiera comprender las decisiones políticas y económicas de una Era marcada por la inestabilidad como la que se extendió durante los reinados de Felipe III y Felipe IV. Por desgracia, no toda su obra ha sido traducida al español, pero de lo que está disponible se puede desprender que ha abordado como pocos temas tan esenciales como la gran estrategia de Felipe II, las rarezas del monarca prudente (fanático maníaco donde haya podido haberlos) e incluso la espinosa configuración de ese Camino que llevaba a las tropas de la Península a Flandes.

Biografía magistral

Otros magníficos estudios de Historia militar como «The Military Revolution» exigen asomarse a otra lengua. Merece la pena. Conoce al dedillo esa época extraordinaria en que los holandeses se alzaban contra España en busca de la libertad religiosa, en que Alemania se desangraba en la guerra de los Treinta años, la pequeña Inglaterra aceptaba el guante que arrojaba la Armada invencible o en que no se ponía el sol en nuestro imperio. Fue una era grandiosa, pero también, como ha sabido señalar Parker, marcada por fenómenos nada gratos como el hambre. Su última obra, esta biografía de Felipe II, resulta magistral aunque no agradará a todos los paladares. Ellos se lo pierden.