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Pendientes del viento
BARCELONA– Un invierno extremadamente seco –durante los meses de diciembre, enero y febrero sólo ha caído el 7 por ciento de la lluvia esperada– ha sido el detonante de los incendios que llevan de cabeza a los Bomberos de la Generalitat. El fuego del Baix Empordà, donde los efectivos continuarán hoy remojando la zona, quedó controlado ayer por la tarde, pero la tramontana obligó a todos los efectivos a no bajar la guardia durante la noche. Aunque en principio se habló de que el incendio había afectado a unas 500 hectáreas, los agentes rurales que perimetraron la zona calcinada de la montaña de l'Ardenyà, que colinda con los municipios de Santa Cristina d'Aro, Tossa de Mar y Llagostera, informaron de que la superficie quemada es, por ahora, de 393 hectáreas.
Pese a que la tramontana amenaza con reavivar el incendio del Baix Empordà, antes de que el viento de componente norte soplara fuerte en la zona, los efectivos pudieron controlar el fuego. Fue ayer, a media tarde, cuando, al entrar en fase de control, el centro de mando avanzado en el parque de bomberos de Castell d'Aro permitió que todos los vecinos que continuaban desalojados pudieran regresar a sus casas. Ayer, todavía quedaban unas 80 personas de las 120 desalojadas por volver a sus hogares en las urbanizaciones de la Font Bona, en Llagostera, y la Santa Creu, en Tossa de Mar. Las familias evacuadas pasaron la noche en el pabellón de Llagostera.
Pese a estar controlado, el director de los Servicios Territoriales de Interior de la Generalitat de Cataluña en Girona, Albert Batalla, insistió en que «lo que hemos de hacer ahora es repasar el terreno, sobre todo, los alcornoques para evitar que la llama reviva porque el tronco sigue quemando». También pidió a los ciudadanos que extremen las precauciones porque todavía se está en fase de alerta por viento y extrema sequía.
Todos contra el fuego
Batalla aplaudió que las condiciones metereológicas fueran favorables y agradeció a los Bomberos, los Mossos d'Esquadra, vecinos y alcaldes el trabajo y su implicación en las tareas de extinción.
El departamento de Interior investiga ahora las causas del incendio, que empezó en el monasterio cistercense de Santa Maria de Solius.
Otro frente, donde los bomberos pelean contra el fuego, es el Pirineo de Lleida y Aragón. De los cuatro incendios que se declararon esta semana en el Pirineo ilerdense, sólo queda uno activo, el de Gerri de la Sal, en el Pallars Sobirà, que ayer entró en fase de control. Los siete vecinos evacuados pudieron regresar a casa. El fuego en esta zona ha arrasado 480 hectáreas.
El incendio que esta semana quemó 200 hectáreas en el Pont de Suert se habría declarado después de que el viento tumbara unos árboles sobre la línea eléctrica. El incendio de Calbinyà, que también está en fase de control, quemó 120 hectáreas y el de Viu de Llevata, otras 250. Más virulento es el fuego de la Ribagorça aragonesa, donde un centenar de vecinos siguen evacuados.
Preocupación por la falta de precipitaciones
Hay que remontarse a 1914 para encontrar un invierno tan seco como el de este año, teniendo en cuenta la colección de precipitaciones recopilada por el Observatorio Fabra de Barcelona. Entre los meses de diciembre, enero y febrero sólo ha llovido el 7 por ciento de lo esperado. En Lleida ha llovido 4 milímetros en tres meses, cuando lo normal hubieran sido 65 milímetros. Por ahora, la sequía es sólo metereológica, pero si no llegan lluvias en marzo, abril y mayo, puede convertirse en sequía agrícola e, incluso, hidrológica. El terreno seco, por la falta de precipitaciones, ya sea en forma de lluvia o nieve en el Pirineo, es más propenso a sufrir un incendio como los que han afectado al Pirineo de Lleida y el Baix Empordà esta semana.
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