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El último verso de Nicanor Vélez

En un acto de 2005 sobre Octavio Paz
En un acto de 2005 sobre Octavio Pazlarazon

No sólo fue poeta, sino editor de sus compañeros de letras a uno y otro lado del océano Atlántico. Nicanor Vélez (Medellín, 1959), que ayer falleció en Barcelona, llevó las riendas de la colección de poesía de Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores y compatibilizó su labor de editor con la de poeta y autor de artículos y ensayos sobre la obra de Pablo Neruda, Octavio Paz, Gonzalo Rojas, José Ángel Valente o sus compatriotas José Asunción Silva y Giovanni Quessep. Fue además autor de tres libros de poemas.

Vélez dejó Colombia para estudiar en París en 1981. Allí se diplomó en la École des Hautes Études en Sciencies Sociales. Saltó después a España: en 1984 se licenció en Filología Española por la Autónoma de Barcelona y se diplomó en Estudios Avanzados en Poética del Verso y de la Prosa por la Universidad de Barcelona.

El bosque interminable de «su» inaudita colección de poesía de Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg –capaz de contentar a especialistas y público– eclipsó, en parte, la difusión de su propia poesía, delicada y contundente, instantánea y arraigada, como un junco. «El amigo más íntimo de la poesía», como lo ha llamado Julio Ortega, y aspirante eterno a «escuchar lo que el silencio calla», como decía él mismo, en su caso es difícil dilucidar dónde situaba los claros de ese bosque.

Compositor de poetas
Como editor, hace exégesis de los poetas más diversos, que son, en realidad, versos propios; y viceversa: como poeta practicaba una concisión no excluyente, capaz de convocar los ánimos y rostros más plurales. El editor componía poetas y el poeta cincelaba, despacioso, demorado, versos orgánicos, a la vez expansivos –«El poema no dice / crea el misterio con su trazo»– y aseverativos –«Todo cambia cuando el verbo dice»–.

En su último poemario, «La vida que respira», publicado el otro día, escribió: «En ese hueco de la muerte / vertemos toda nuestra vida»; son versos ahora fáciles de leer, claro, como voluntad testamentaria. «La lámpara se enciende / el cuerpo se calcina», agrega en ese texto, que, pese a su fondo elegíaco, es un canto al hacer vitalista. Vélez concebía sus versos como una orgánica sinonimia; una correspondencia «entre el mundo y el instante». Una oscilación entre «un verso, un universo» y un fondo inmarcesible, hecho de cuanto los poemas callan. Con sus tres títulos (junto a «La memoria del tacto» y «La luz que parpadea»), planeó componer la trilogía «Las grietas del silencio». Seguro que, una vez más, se habría demorado en esa albañilería en su propia casa; pues el gran sueño que también ambicionó, como editor –infinitas esas grietas del silencio–, era extender esa impagable colección a todo el orbe, con poetas asiáticos y africanos.

Autor de tres libros de poemas: «La memoria del tacto», «La luz que parpadea», y el recientemente publicado en editorial Pre-Textos, «La vida que respira», fue, en su labor editorial, el responsable de las obras completas de Borges, Cortázar, Valente, de Nerval, Gil de Biedma, García Lorca, Octavio Paz, Pablo Neruda y Rubén Darío, entre otros.

Vélez se trasladó desde Colombia a París en 1981, donde se diplomó en la École des Hautes Études en Sciencies Sociales. Desde finales de 1984 residió en España, donde se licenció en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona y obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en Poética del Verso y de la Prosa por la Universidad de Barcelona.

 

Los grandes nombres
En 1997, Vélez fundó y comenzó a dirigir la cuidada colección de poesía de Galaxia Gutenberbeg-Círculo de lectores, que consagró a grandes poetas del siglo XX y realizó grandes antologías. En ese sello fue además el responsable editorial de las obras completas de Borges, Cortázar, Valente, De Nerval, Gil de Biedma, García Lorca, Paz, Neruda y Rubén Darío.