Siria
La guerra no termina aquí por Manuel Coma
Alepo, con tres millones de habitantes, es la primera ciudad de Siria y su centro comercial. Por su posición económica era un bastión del régimen, porque éste no sólo se basa en la minoría alauí y recibe el apoyo de otras, como las cristianas, sino que también cuenta con la adhesión del mundo de los negocios y la burguesía suní. El problema para Asad está en que en los arrabales periféricos y deprimidos los suníes que se identifican con la rebelión son mayoritarios. En los últimos días se ha registrado un cambio importante en el fluido enfrentamiento, aunque dista mucho de significar el final. Bien al contrario, el relativo equilibrio de fuerzas abre la posibilidad de una evolución hacia una prolongada guerra civil sectaria y con muchas intromisiones exteriores, al estilo de la que desgarró Líbano durante casi quince años.
El bando rebelde aún es pequeño y está poco coordinado. Por los antecedentes saben perfectamente el tipo de castigo al que se exponen las poblaciones donde se produzca la insurrección, bombardeos implacables hasta desalojar a los opositores combatientes, sin reparar en los daños a la población civil y al patrimonio urbano. Así han procedido, con el éxito habitual y la correspondiente destrucción, en la capital y así lo están haciendo en Alepo y no cabe esperar otro desenlace. Lo importante es, por lo tanto, el resultado posterior. El Gobierno no cede, pero ha sido llevado al límite de sus fuerzas. Sin embargo, continuará mientras no le fallen. Su superioridad militar es abrumadora, pero incapaz de liquidar a sus enemigos.
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