Historia
El viaje astral de ZP
En los últimos meses, Zapatero se ha decidido a dejar en la tierra a su personaje, en una suerte de viaje astral. El espíritu de aquel ideal sobrevuela La Moncloa, como lo haría un chaval que tuviera el espanto de enfrentarse a sí mismo pasada la cincuentena. «En ese hombre y en su actuación se fueron a pique todos mis grandes ideales de cineclub», se diría al enfrentarse con su futuro. Abajo queda una estampa, un traje mal cortado, que defiende maquinalmente la guerra con Libia, los recortes de los funcionarios, la energía nuclear o su cuota de responsabilidad en la muerte de Manolete, si llegara el caso. Un golpe de tragedia hizo pensar que a la centrifugadora del poder la domesticaría con palabras amables. Ese era su personaje, un Juan Nadie capriano, que escuchaba cómo le silbaban las intrigas y las balas y seguía adelante en su bonhomía de agencia de publicidad. Impostado, falaz, con todas las cocciones del márketing del poder, el fracaso rotundo de Zapatero es también el balance de un fracaso de confianza en la política. La desilusión ante un líder vacío, mendaz, que deja una patria cuarteada, sin rumbo y al gran partido de España, reubicándose en taifas y buscando salones de té para conspirar. Y encima siete años, y lo que te rondaré morena, para constatar lo que ya era desde sus primeros cien días en el machito.
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