Barcelona

La afición pide de nuevo libertad

La afición pide de nuevo libertad
La afición pide de nuevo libertadlarazon

La de este domingo en Barcelona, no era una corrida más, era la primera del día después. Un festejo con el que se iniciaba una inexorable cuenta atrás que, si nadie lo remedia, va a conducirnos a ese fatídico 2012, en el que la Fiesta de los toros puede pasar a la historia en Cataluña. El himno catalán el «Segadors» fue interpretado por la banda de música. Tras el paseíllo, fue leído el Manifiesto en defensa de la fiesta de los toros, redactado por los profesionales taurinos. Todo ello coreado con los gritos de «libertad».

Nada bueno hacía presagiar la salida «de culo» del primero de la tarde, al que Juan José Padilla recibió de rodillas con un larga cambiada y el animal se desplazó pero sin clase. Lo más brillante de la labor del jerezano fue con los rehiletes, que manejó con facilidad, cerrando el tercio con un par al violín. En la muleta, el animal mostró intenciones de rajarse y no dio opción al diestro, que falló con la tizona. Con el cuarto, nada pudo hacer Juan José Padilla que, tras lucirse en un quite donde alternó faroles con navarras, tomó los palos con tan mala fortuna que, quizás con el primer par, tocara algún nervio, lo que hizo que el animal se cayese por tierra. Una vez en pie, el toro sin apenas fuerza no le permitió nada en absoluto al jerezano.

El segundo de la tarde salió muy suelto, se empleó en el primer encuentro con el varilarguero y metió bien la cara por el pitón derecho, aunque se lo pensaba dos veces antes de recurrir al engaño. Curro Díaz anduvo por encima del animal que, en conjunto, se dejó y lo toreó con temple especialmente por el pitón derecho. De no haber fallado a la hora de matar, podía haber tocado pelo. El quintomostró poco recorrido y pegó derrotes en la muleta. Puso ganas Curro Díaz, sin embargo, el animal se fue quedando sin gas. Pese a ese contratiempo, el torero se mostró muy valiente pero la faena no cobró excesivo vuelo.

Al tercero de la tarde lo saludó Miguel Tendero por chicuelinas con unas enormes ganas. El torero supo tomar muy pronto la distancia al animal de noble y alegre embestida, con el que consiguió series muy templadas, especialmente, sobre el pitón derecho. Manejó con elegancia la franela, siempre muy asentado en la arena. Ya en el epílogo de la labor se escucharon gritos pidiendo «indulto» que se extendieron hasta hacerse generales. El torero albaceteño siguió instrumentando otras nuevas series, adornándose con algún desplante hasta que finalmente la petición de indulto iba creciendo y el presidente terminó por mostrar el pañuelo naranja. Un indulto, quizás, algo fuera de lugar. Aunque comprensible, en parte, por el ambiente que rodeaba la tarde. El que cerró plaza fue flojito, Tendero lo brindó a Serafín Marín, que presenciaba el festejo desde el tendido. El animal tuvo un excelente pitón izquierdo que supo aprovechar el diestro hilvanando naturales de muy largo trazado. Una faena prácticamente basada sobre ese pitón. Hubo algunos circulares invertidos y ya, antes de tomar la espada, un desplante genuflexo muy torero.