Berlín

Algo que esconder

La Razón
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Los griegos legislaban en el ágora, a la vista de todos los ciudadanos, ni los más tiránicos emperadores se atrevieron a suprimir el senado y los reyes absolutos hacían lo que les daba la gana, sí, pero delante de una miríada de cortesanos. Camarillas, aulas, consejos… hasta Enrique VIII daba explicaciones a un parlamento que por supuesto siempre decía sí e incluso el Rey Sol convocaba los Estados Generales para informar a sus súbditos. Todos los gobernantes de la Historia, por tendencia al personalismo que tuvieran, han rehuido de las tenidas secretas; lógico, porque el oscurantismo genera desconfianza. Todos, menos Monteseirín. Acomplejado en el casino de su pueblo ante la radical modernidad de un señor rapado, con perilla y nada menos que residente en Berlín, el alcalde de Sevilla no ha querido testigos en su reunión con «el artista». Un listo que se la ha metido hasta el corvejón con un proyecto elefantiásico, de costes astronómicos e imposible ejecución. El Ayuntamiento le compró un dibujo a un arquitecto apenas conocido en su país. Le gustó al asesor de turno y fueron p'alante con los faroles (y con nuestro dinero). Varios retrasos después, el proyecto estrella de la legislatura sigue empantanado y devorando millones. El tío, que cobró y se desentendió porque lo que ganó fue un concurso de ideas, iba descojonado en el avión de vuelta a Alemania.