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Los frutos de la tierra por Ramón Tamames

Ramón Tamames, catedrático de Estructura Económica / Cátedra Jean Monnet

Los frutos de la tierra por Ramón Tamames
Los frutos de la tierra por Ramón Tamameslarazon

A principios de cualquier año, van conociéndose los resultados de una serie de variables económicas del ejercicio anterior; cosa que también sucede en la actividad más antigua del planeta Tierra, que es la agricultura. Y en esa dirección, las primeras informaciones que nos llegan revelan que el indicador de la renta agraria en 2011 en España ha vuelto a caer; un 3,4 por ciento, siguiendo la tendencia declinante del año anterior. Cifras que explican la difícil situación de nuestros agricultores y ganaderos.

La productividad aumenta, la calidad de los productos no tiene discusión. Pero va reduciéndose su rentabilidad, debido al incremento de los costes de producción y a los precios bajos en origen. Con avatares adicionales tan negativos como la denominada «crisis del E.coli», que afectó duramente la exportación de nuestras mejores hortalizas a toda la Europa transpirenaica. A lo cual se agregan las incertidumbres de una política agrícola común (PAC) que no acaba de encontrar su nuevo rumbo.

En varias ocasiones en esta columna «Planeta Tierra» nos hemos referido a la multifuncionalidad de la agricultura, que tiene valores estratégicos. Como son la alimentación de productos frescos y sanos para la población, el suministro a una potente industria agroalimentaria exportadora, y el papel casi nunca suficientemente valorado de que los agricultores son los verdaderos «guardianes de la naturaleza»; ya que junto con los agentes del sector forestal y de la cinegética y las pesquerías interiores, tienen a su cargo la vigilancia y conservación del 90 por ciento del territorio nacional.

No obstante esas altas calificaciones, el sector agrario permaneció en el semiolvido en los últimos siete años, con un gobierno que incluso desmanteló el Ministerio de Agricultura, ahora recuperado. Departamento del que se esperan cambios fundamentales para evitar la amargura de quienes nos proveen de los frutos de la tierra.