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Ricardo Abad: «Hay días que corriendo siento mucha soledad»
Madrid- Le sorprende que la gente piense que tiene una «pastillita mágica» o algo parecido para haber llegado a ser un «recordman». Ricardo Abad, navarro de 40 años, es el hombre que más maratones ha corrido en el mundo; con la de hoy se cumplen 375 y el objetivo es llegar a las 500 habiendo recorrido las 50 provincias españolas. Al hablar de ello dibuja una sonrisa afectuosa, sincera: «No hago nada especial, ni dieta, ni complementos, y aunque lo ideal serían nueve horas de sueño, casi nunca lo cumplo». Entonces, ¿cómo? He ahí la cuestión. «Con esfuerzo», dice. Sigue siendo increíble. Ahora ríe a gusto. «Mira, un corredor de Panamá, un amigo, estuvo unos días en casa y me perseguía por los pasillos, por las habitaciones, diciéndome que algo había detrás de este proyecto, que algo estaba tomando. Y no».
La motivación no es otra que la de superarse y ser feliz, sencillo. O no tanto. En este punto hace un inciso y recalca que «es muy difícil» mantener la intensidad. Ricardo, Riki, ha conseguido una combinación casi perfecta entre trabajo, hobby y paz doméstica. Casi porque desplazarse cada fin de semana, alejarse de su tierra y su casa durante días, supone a veces una arista afilada en su pasión. «Mi mujer y mi hija lo llevan bien, pero a veces sé que voy a llegar a casa después de un viaje y ella estará de morros». No abandona el tono afable, pero se puede apreciar que es un tema delicado. Riki no puede dejarlo, no hasta el 12 de febrero, fecha en la que prevé haber llegado a las 500 maratones. De sus palabras también dilucidamos que tampoco su familia le permitiría abandonar. Más de una y dos veces su mujer le ha mandado a «correr un ratito, hijo, a ver si te tranquilizas». Qué frase tan recurrente. Y él vuelve más suave que un guante, palabras textuales. Y a su niña, de seis añitos, le encanta decir «mira, como papá» cada vez que ve a un corredor en la calle.
Le preguntamos si pasar una media de cuatro horas diarias a la carrera está relacionado con algún factor psicológico. Hay quien se evade de la realidad corriendo, una forma de huir de los problemas: «Me han dicho muchas barbaridades, como que lo que estoy haciendo es un atropello, que me estoy destrozando. Médicos incluso. Y me molesta, la verdad». Riki no se considera una persona normal y me mira y me dice que yo tampoco lo soy, ni nadie. «Cada uno tiene unas cualidades específicas y yo, de momento, estoy perfectamente, lo dicen los análisis y las pruebas. No necesito nada más». Llama tremendamente la atención que en cinco años corriendo regularmente no haya tenido ni una lesión. «Ni una fascitis», comenta. Sí ha padecido gripe, gastroenteritis, fiebre (menos mal, es humano), aunque en ningún caso han sido un impedimento para recorrer sus 42 kilómetros. «Cuando estoy enfermo tardo más en llegar a meta, nada más. Una vez que estuve con fiebre tardé casi siete horas en terminar el recorrido». En momentos como éste, hace aparición la que podríamos denominar la soledad del corredor. «A veces me siento muy solo en el camino». Muchas horas, el doble esfuerzo que exige un cuerpo mermado por la enfermedad y una recompensa lejana en el horizonte. «Pero esos días, cuando llego a la meta, me siento increíblemente bien; he superado la jornada, me he superado a mí mismo». Un espíritu de récord. Una vez alcance las 500 maratones, tiene previsto comenzar un nuevo proyecto: «Algo muy gordo». Pero no suelta más prenda. Quizá se trate de otra marca mundial. Estaremos esperando.
Sensaciones Guinness
«El galardón es como una inyección de ánimo que te recuerda que lo que haces se reconoce, pero no busco notoriedad, ni fama, ni dinero». Lo que sí quiere Riki es sacar adelante sus proyectos, sus pequeñas locuras. Como el objetivo de las 500 maratones recorriendo las 50 provincias españolas. Después, quizá se decante por la bicicleta, «o por montar en globo», quién sabe. El principal problema es la financiación, los patrocinios son parte indispensable. Sin ellos, no hay reto. «Si tuviera los equipos y el dinero suficiente, nadie sabría quién soy».
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