Barcelona
Vueling
Barajas, 10 de la mañana, viernes 7 de enero. Terminal T-4. Un centenar largo de pasajeros esperaban salir en el VY 1004 hacia Barcelona una hora más tarde. Con paciencia, se recostaron en sus asientos al comprobar que la cosa iba para largo. Retraso de media hora. Motivo: el vuelo de Barcelona llegaba tarde. Eso dijeron, con desparpajo, las señoritas que atendían en la puerta H18. Media hora no es nada, pensó la mayoría. ¡Cuán equivocados estaban!
A las 11:35, con nocturnidad y alevosía, aparece en pantalla un nuevo retraso. El vuelo saldrá a las 13:10. Las señoritas en cuestión negaron la evidencia. «Es falso que el vuelo se retrase. Serán embarcados inmediatamente». El motivo de la tardanza cambió por arte de magia: mal tiempo en Barcelona. Sin embargo, el tiempo a esa hora era espléndido, o al menos lo era para el resto de compañías que volaban sin problemas a la Ciudad Condal.
Los sufridos pasajeros empezaron a exigir explicaciones. Para evitarse problemas, las señoritas del mostrador los embarcaron. Prefirieron, con cara dura, pasar el problema a la tripulación. Embarcados, casi siempre sin aire, pasaron dos horas. Un pasajero solicitó hojas de reclamación. Un miembro de la tripulación dijo sin tapujos: aquí no tenemos de eso y, sin mediar palabra, se dio media vuelta. Encima, el comandante afirmaba, patéticamente, por megafonía que el mal tiempo impedía el vuelo. Alguien le contestó: ¿nos ves cara de imbéciles? El VY 1004 llegó a destino a las 15 horas. Barcelona-Madrid: 4 horas. Es para Guinness. La mentira, la falta de información, la tomadura de pelo y la penosa profesionalidad, de juzgado de guardia. Brillante y eficaz gestión, señores de Vueling.
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