España

Al carajo

La Razón
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Durante un tiempo, no breve, he creído que el CIS, creado como Centro de Investigaciones Sociológicas, se había convertido en el Centro de Invenciones Socialistas. Y todavía no las tengo todas conmigo. Sus máximos responsables son designados por los gobiernos de turno, y el perro no muerde la mano de quien le regala el pan. Pero en esta ocasión no ha sido posible el mejunje. Se ha podido camuflar la catástrofe, pero no el desastre. El Partido Popular ganaría, de celebrarse ahora las elecciones, por seis puntos. Y no se debe a una espectacular subida del PP, que ha contagiado su entusiasmo a la ciudadanía. El PP de Arriola sigue donde estaba. Sucede que el PSOE de Zapatero se está yendo al carajo, que no es oración fina ni sutil, pero muy expresiva. Tenemos que recuperar la libertad de expresión de nuestros clásicos, que no se cortaban un pelo. Al pan, pan; al vino, vino, y al que se marcha al carajo, al carajo. Con anterioridad a los sumos sacerdotes del Siglo de Oro, Cervantes, Góngora, Quevedo y Villamediana –Calderón de la Barca era todavía un niño–, la poesía castellana del áspero medievo no se paraba en barras. Y de Juan de Valladolid a Perálbarez de Ayllón, pasando por el mismo Conde de Paredes, padre de Jorge Manrique y cuya muerte llevó al gran poeta a escribir una de las joyas inalcanzables de la poesía española, el carajo era habitual inquilino en las composiciones poéticas. Ahora nadie se atreve a mandar al carajo al Presidente del Gobierno, y el que escribe forma parte del grupo de los prudentes, pero lo ha hecho el CIS, muy a pesar suyo, y no hay más remedio que comentarlo.

Se deduce de la última encuesta que los españoles están hasta las narices de sus representantes. Los políticos se han convertido en el tercer problema de España, después del paro y de la situación económica, que son, a su vez, consecuencia de las decisiones políticas. Se empiezan a oír voces contra las autonomías, y se miran con lupa los despilfarros de dinero público. Como hay que pagar las vacaciones de los liberados sindicales, el Gobierno les ha mandado una limosna estival de veintinueve millones de euros, con el fin de que la anunciada huelga general sea más huelguita que huelga y menos general que Fidel Castro, que se quedó en comandante.

La valoración de los políticos es pavorosa. Y más de uno tendría que pensar si es conveniente su insistencia en permanecer en la cosa. Sorprende que el PP, al que el propio CIS da por ganador rotundo en las próximas elecciones, cuente con un líder que no alcanza ni cuatro puntos de estima popular. Así está la gente. Harta del Gobierno, harta de sus «girls» inútiles, harta de sus compromisos subvencionados, harta de sus mentiras y harta de su desfachatez. «Fuése don Gomo al trabaxo/ y don Alvar al caraxo», que escribió Antón de Montoro, «El Ropero».

Ya no le queda al CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas o Centro de Invenciones Socialistas, que a estas alturas lo mismo da, margen para la manipulación de datos. Me los figuro suavizados, después de un denodado esfuerzo. Y aún así, devastadores para Zapatero y su Gobierno. Me gustaría conocer los resultados de una encuesta sobre los sindicatos, pero no se atreven. Lo que se palpa aquí es que la política va por un lado y la ciudadanía por el otro. Viven aparte, como decía el gran Saki. «Vivo tan por encima de mis posibilidades, que por decirlo de una manera, vivimos aparte». Eso se deduce. El CIS ha mandado al carajo a Zapatero. Ayer cumplió cincuenta años, no el CIS, sino Zapatero. Felicidades atrasadas.