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Bruegel esplendor en El Prado
Tras un año de restauración, «La fiesta de San Martín» se exhibe en el museo
MADRID- Una gruesa capa de barniz ocultaba la ciudad de Bruselas, que ahora reaparece en el rincón superior izquierdo de la composición. También el trazo seguro de Bruegel, las luces y los colores. Más de 600 remiendos han sido necesarios para que «La fiesta de San Martín», que adquirió el Museo del Prado el año pasado por siete millones de euros, vuelva a lucir como lo que es: una de las obras más importantes del gran maestro de la pintura flamenca del siglo XVI. El cuadro, de gran tamaño (148 x 270 cms.), había sufrido graves desperfectos en su periplo hasta hoy. «Es una de las más ambiciosas y de mayor calidad del pintor», dijo sobre la pieza Manfred Sellink, director del Museo de Brujas y uno de los mayores expertos mundiales en el artista, del que se conocen sólo 41 pinturas. El Prado, con ésta, ya alberga dos.
«Si hace dos años nos hubieran dicho que este momento iba a ser realidad, no nos lo habríamos creído», decía Gabriele Finaldi, director adjunto del museo para ilustrar la remota posibilidad que suponía semejante hallazgo. La obra había llegado a España en el siglo XVIII, comprada por el noveno Duque de Medinaceli, que fue embajador de España en Nápoles. Pero los deficientes cuidados de la pieza, más bien pequeñas torturas, la habían dejado irreconocible.
Autenticidad comprobada
Hace dos años apenas se sospechaba que fuera auténtica. Una radiografía revelaba la firma de Bruegel, lo que confirmaba casi al cien por cien la autoría. «Todos los días, mientras retirábamos el barniz que cubría el ángulo inferior, el de la firma, Gabriele [Finaldi] llamaba para preguntar si ya había salido a la superficie. Pero no salía», contaba ayer Elisa Mora, encargada de la restauración. «Hasta que un día apareció. Y recuerdo oírle gritar de alegría», contaba la restauradora.
El proceso que llegó después fue milimétrico y «un auténtico reto en el que cada paso era consultado y reflexionado minuciosamente». Una característica complicaba más el proceso. Bruegel no dudaba. Aplicaba su pincelada firme con temple de cola sobre una tela sin preparación. «A veces, por su técnica, parece hasta Gaugin», decía Pilar Silva, otra de las encargadas de la curación de la tela.
En cuanto a la temática, la obra retuerce con ironía la filosofía de la festividad religiosa de San Martín, muy popular en los Países Bajos, y en la que se da de beber y comer a los pobres. Bruegel muestra la virtud de la caridad en la misma escena que el vicio de los borrachos. «Es el Bruegel humanista que observa el comportamiento humano con ironía y humor, pero sin interés moralizante», dijo Sellink. «Es una obra que te va atrapando, te hace pasar por los rostros, imaginarte un cuento», dijo Mora, restauradora de la pieza. Por otra parte, el Museo anunció ayer que ha adquirido también obras de Luis de Morales, Bernardo Strozzi, Ignacio de Ríes y Alejandro de Laerte.
Antes, y después (Foto 2)
1- Tres escenas que reflejan el antes de la restauración. La izquierda es donde va «de mal en peor», según Sellink. La parte central está llena de borrachos. Una mujer sostiene un niño pero no se sabe si le está alimentando o iniciando en la bacanal.
2-El rostro de los borrachos que ocupa esta parte del cuadro apenas podía apreciarse por el espeso barniz. Este ciego y las figuras de alrededor, harapientas, es una muestra de la crítica social del maestro holandés.
3- La parte superior era una de las más afectadas por el estiramiento y abultamiento de la tela, que deformaba las figuras, y que provocaba el propio bastidor. Resinas, barnices e injertos de telas martirizaban la composición.
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