Cataluña

Inquietante País Vasco por José CLEMENTE

La Razón
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Tras la victoria electoral del PP en las generales del 20-N consideré llegada la hora de abordar con tiempo y serenidad la reforma del modelo de Estado, esa ·asignatura pendiente· que la Constitución de 1978 concretó en el llamado «Estado de las autonomías», un modelo que si bien instauró la monarquía parlamentaria como sistema y facilitó la descentralización territorial que el pueblo español demandaba, también nos sirvió para estos 34 años de convivencia democrática y pleno disfrute de las libertades que hoy gozamos. Pero este modelo de Estado plurinacional que nos dimos lejos de resolver las contradicciones atávicas del «ser o no ser» shakesperiano, por mucho que algunas comunidades tuvieran más competencias incluso que los «landers» alemanes o los estados federados de Norteamérica, ha complicado aún más el devenir futuro de este país nuestro hasta el extremo de que sea cual fuere el resultado final de las elecciones gallegas, que según los primeros sondeos apunta a que Feijóo retendrá otros cuatro más la presidencia de la Xunta, el proceso soberanista puesto en marcha al unísono por Cataluña y País Vasco amenaza con esa preciada convivencia entre españoles, posiblemente el valor más en alza que hoy poseemos, por no decir el único.

Medio año después de ese primer vaticinio escribía en estas mismas páginas que la hora de España estaba dando paso a la hora de Europa y que en ese nuevo contexto las reivindicaciones nacionales, de un lado, como las nacionalistas, del otro, dejaban de tener ya un verdadero sentido práctico. Por eso era aconsejable mirar el futuro con altura de miras, sin detenernos un solo minuto en aquello que pudimos ser y no fuimos. Quimeras estas, como dijo el Rey, que nos distraen de lo auténtico y verdadero que es salir de la crisis, sin la cual la amenaza de ruptura territorial no sería más que pura entelequia. También precisaba en mis reflexiones que en ese concurso de futuro era tan imprescindible como necesaria la colaboración de los dos principales partidos nacionales para sujetar la embestida nacionalista, así como que en los últimos años los titubeos del PSOE frente a los segregacionistas no había hecho sino que envalentonarles, cuando no empeorar aún más las cosas si cabe.

El mapa electoral que anoche dibujaron las urnas en Galicia y País Vasco era más que previsible, pero no por ello menos inquietante, salvando las distancias con la primera de estas dos comunidades, donde el voto a Feijóo hace visible la España de todos. Me refiero a esa otra y clara mayoría de los soberanistas vascos, pues nada indica que vaya a evitar la deriva hacia postulados independentistas, como hemos visto a lo largo de la campaña electoral. Para el PNV es una buena noticia porque podrá formar gobierno, pero el socio que elija indicará el camino al monte o el retorno a postulados de convivencia, difícil convivencia en cualquier caso con una EH Bildu a presión continua. Y si lo del pacto Urkullu-Mas va en serio, Rajoy ya puede atarse los machos porque de poco le servirá la victoria gallega. El presidente debía haber tomado la iniciativa sacando a debate ese modelo de Estado con serenidad e implicando a todos, antes de que los nacionalistas le tomaran la delantera, porque muchos de ellos aún desconocen lo que es la marcha atrás.