Partido Republicano

Obama humillado en Arizona

Un hispano critica ante la Casa Blanca la «ley Arizona»
Un hispano critica ante la Casa Blanca la «ley Arizona»larazon

El «Air Force One» volaba a unos 11.000 kilómetros sobre los Apalaches la semana pasada cuando el presidente Obama soltó la bomba. Los demócratas del Senado habían difundido ese mismo día un borrador de reforma de la inmigración. Pero volviendo Obama a Washington, declaró la muerte de la reforma de inmigración. Dijo que «puede no haber apetito de ella».La retirada de Obama –tras animar a los senadores hace sólo unas semanas a ocuparse de la reforma migratoria– tumbaba a los demócratas del Senado. Puesto que su propuesta ya se había filtrado, no les quedó otra elección que seguir adelante con la presentación del plan.«Desconozco el contexto en que se hicieron las declaraciones la noche pasada», declaraba a la prensa durante la presentación del jueves el secretario de la mayoría en el Senado, Harry Reid. Bueno, señor secretario, el contexto es el miedo. Como la aberración de Arizona deja claro, hay una necesidad desesperada de medidas federales sobre la inmigración para impedir que el país se convierta en una nación de activistas desconfiados de cualquiera de piel oscura.Pero los secretarios de ambas formaciones han salido por la tangente, invitados por los palurdos de sus respectivos extremos. El caso más trágico es el de John McCain, que otrora encabezaba la lucha por la reforma inmigratoria pero ahora, acobardado ante la amenaza de un rival conservador en las primarias, apoya el plan de fichado racial de Arizona. Obama, por su parte, temeroso de faltar a su promesa de campaña ante los defensores de la inmigración (presentar una legislación en su primer año de mandato), intentaba hacer malabares entre la reforma migratoria y la legislación del cambio climático, y ahora podría terminar sin ninguna de las dos. El episodio fue un recordatorio de lo que funciona y de lo que no en el estilo de gestión de Obama. Cuando se vuelca, como hizo durante el último mes del debate de la Sanidad, los resultados son buenos. Pero cuando vacila y deja las cosas al Congreso, los resultados son pobres. Después de que el prolongado enfrentamiento de la reforma sanitaria desplazara a la inmigración de la agenda el año pasado, Obama, tratando de apaciguar a los colectivos de la inmigración, aseguraba en marzo que iba a cerrar el asunto este año. Luego, en ausencia de un liderazgo fuerte por parte de la Casa Blanca, se vino abajo todo. Obama convocó a cinco senadores republicanos para persuadirles de que apoyaran el proyecto de reforma migratoria, pero no sacó nada en limpio. El presidente podría haber dado un empujón muy importante a la reforma (siempre un trago difícil en año electoral), o podría haber dicho a los defensores de los inmigrantes que tendrían que esperar hasta 2011 (lo que habría contrariado a un bloque electoral clave). Pero en cambio, dejó un vacío. Esto puede sonar familiar a los que vieron la gestión por parte de Obama de otra cuestión delicada –la «opción pública»– del debate de reforma sanitaria. Ni dio el empujón definitivo ni lo descartó, una postura que dio lugar a meses de caos en el Congreso. La vacilación en la inmigración condujo el pasado juevez a la humillación de los demócratas, cuando dieron a conocer en el Capitolio una propuesta de reforma migratoria condenada al fracaso. La Casa Blanca, tratando de controlar los daños, declaraba que el plan era «un paso muy importante». Para aquellos sedientos de liderazgo, fue tarde, mal y nunca.

* Columnista de «The Washington Post»