Crítica de libros
Días de jadeo (II) por José Luis Alvite
E s evidente que la prostitución florece cuando se degrada la economía, del mismo modo que reaparecen las cucarachas cuando se resiente la higiene. Rigen en el equilibrio de la moral normas parecidas a las que regulan el mercado. Todo se reduce en definitiva a la ley de la oferta y la demanda. Se reestructura sobre la marcha el sector bancario y en medio del caos nacional busca a oscuras su nuevo equilibro la trama inquietante del sexo, el sórdido gremio del asco. Son dos maneras distintas de manifestarse los estragos de la corrupción, siempre con el dinero como desencadenante de una reacción que no es nada nuevo. Si de verdad nos interesa conocer la realidad de un país, lo que nos digan sus corros bursátiles no será en absoluto más expresivo que lo que nos indiquen sus clubes de carretera. En realidad son imágenes que forman parte de la misma secuencia y se reequilibran casi de una manera automática. Tendremos que pasar por los horribles inconvenientes de la degradación moral y lo haremos animados por el ejemplo de haberlo logrado otras veces. Los de la conciencia son ciclos. Las cosas que no supimos remediar con lo que se nos ocurría en la cabeza, tendremos que repararlas gracias a lo que nos suceda ahora entre las piernas. Superaremos las secuelas del fracaso con la misma insensatez con la que nos sobrepusimos durante años a los estragos del éxito. Los españoles tenemos muchos defectos, pero sabemos a ciencia cierta que sólo la de la muerte es una mala noticia para mucho tiempo. Me dijo de madrugada una fulana en un garito: «Tú me buscas por placer y yo te necesito por dinero. Pero ambos sabemos que este oficio es una manera como otra cualquiera de convertir el asco en comida».
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