Ceuta
La diplomacia del Rey
No es necesario glosar la inestimable aportación de Don Juan Carlos a la historia reciente de España. Desde que asumió la Corona ha prestado tantos y tan relevantes servicios que ha hecho que no exista ningún debate alrededor de la Monarquía. No hay una institución más querida y respetada por los españoles. Y lo es, además, a enorme distancia de cualquier otra. Desde 1975 hasta hoy, ha cumplido ejemplarmente con el papel moderador de la jefatura del Estado y ha mostrado la extraordinaria eficacia de la institución, no sólo en momentos difíciles sino en su actividad cotidiana. Uno de los aspectos más relevantes del rey es su papel como «embajador» de España en el mundo. Es una faceta fundamental de su servicio y entrega a la Nación, donde puede aprovechar, además, el prestigio que ha conseguido durante estas décadas que ha estado al frente de la Jefatura del Estado. Don Juan Carlos es el español más universal de su tiempo. La credibilidad con que cuenta entre los máximos responsables de otros países es una baza fundamental en nuestra política exterior, al margen de quién sea el titular de la presidencia del Gobierno. Un ejemplo de esta eficacia y utilidad se pudo comprobar ayer con la conversación telefónica que mantuvo con el rey de Marruecos. Don Juan Carlos y Mohamed VI quisieron evitar los malentendidos o pequeños problemas que han surgido en la frontera entre España y Marruecos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Desde hace una semana se ha ido generando un conflicto tan absurdo como inconsistente sustentado en unos incidentes fronterizos menores. Las acusaciones marroquíes contra la Guardia Civil y la Policía no tienen ningún fundamento, pero hubieran podido comportar una escalada de confrontación muy perjudicial para ambos países. La frontera española con Marruecos es un lugar tan complicado en su gestión como sensible políticamente. Por ello, es fundamental que nada pueda perturbar las buenas relaciones bilaterales en las que, cabe recordar, el beneficio es recíproco. Más allá de algunas salidas de tono de algunos dirigentes marroquíes, muchas de ellas en clave de política interna, lo único importante es profundizar en los muchos aspectos que nos unen y superar los pocos que nos separan. Don Juan Carlos representa la continuidad en la máxima institución del Estado y su prestigio se debe a que está al margen de las luchas o las discrepancias entre partidos. La conversación con Mohamed VI se sustenta en la confianza entre ambos soberanos tras años de conocimiento mutuo. El soberano alauita sabe que ningún otro interés que el servicio a España mueve a Don Juan Carlos y que es compatible con el profundo afecto y respeto que siente por Marruecos. La misma confianza que tuvo con su padre, en tiempos muy complicados, la tiene ahora con el hijo. El Gobierno tiene que aprovechar lo sucedido para seguir fortaleciendo las relaciones con el país vecino y ayudarle, con prudencia y eficacia, en su proceso de democratización y en un desarrollo económico que lo acerque a los parámetros de la UE. España necesita un Marruecos estable, democrático y desarrollado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar