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Percepción precaución por José Ignacio Arranz

Director general del Foro Interalimentario 

La Razón
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Ninguna crisis alimentaria está bien resuelta si queda pendiente de una revisión final, epicrítica, de todas las actuaciones que se llevaron a cabo para gestionarla. Lo suyo es efectuarla sin demora, en cuanto la crisis pueda darse por finalizada. Pero también es interesante el análisis retrospectivo más remoto, tratando incluso de encontrar denominadores comunes a diversas crisis, aunque es cierto que no hay dos que se comporten de forma idéntica. Si volvemos la vista a los últimos años del siglo XX y a los comienzos del XXI, con las crisis que los ilustraron, descubrimos, en casi todas ellas, un problema común de comunicación/percepción. Nada aportaríamos en estas líneas si nos quedásemos en tan archisabido corolario. Si vamos un poco mas allá, concluimos que la comunicación pudo ser impecable en contenido, pero insuficiente para calmar percepciones desbocadas. Y que éstas se desbocan tanto más, cuanto más desconocido, infrecuente o decididamente «raro» es el agente, biológico o químico al que se atribuye el problema. En eso queremos incidir: No faltamos a la verdad al afirmar que esos calificativos al servicio de la angustia («inusual», «muy infrecuente en nuestras latitudes», «de comportamiento o consecuencias impredecibles»... y otros similares, todos de corte apocalíptico) los suelen otorgar, en no pocas ocasiones, personas u organizaciones cuya competencia en Seguridad Alimentaria es, en el mejor de los casos, mucho menor que su capacidad de penetración en la sociedad. Y yerran. Pero una vez prendida la mecha, ya está el terror sembrado... Seguimos viendo, aún hoy y sin necesidad de crisis alimentarias, cómo en algunas fuentes y foros se siguen tildando de «raros» microorganismos o agentes tóxicos con los que los evaluadores y gestores de riesgos alimentarios están bien familiarizados. El temor a lo desconocido es, posiblemente, el peor ingrediente anímico para un consumidor que se enfrenta a un problema de seguridad alimentaria. Por ello, tanto a la hora de comunicar como en la seleccion de fuentes de información, recomendamos una rigurosa aplicación del Principio de Precaución.