Estados Unidos
España la amenaza sigue
El éxito de la operación de Estados Unidos contra el jefe de Al Qaida ha sido una victoria relevante en la guerra contra el terrorismo, pero no significa que el triunfo sea definitivo y ni siquiera que el peligro sea menor. El trabajo de los analistas y los expertos sobre el periodo que se abre tras la desaparición del liderazgo de Osama Ben Laden debe determinar con urgencia la situación de la red terrorista. La propia disposición y organización de Al Qaida dificulta extraordinariamente el trabajo de inteligencia sobre unas redes superpuestas, sin dependencia jerárquica clara y con interconexiones difusas. Por tanto, los próximos meses serán decisivos en esta lucha que se mantiene en distintos frentes para conocer hasta qué punto la muerte de Ben Laden ha condicionado la operatividad de Al Qaida, su influencia en determinados países islámicos y la voluntad y el convencimiento de sus miembros para continuar su delirante «guerra santa». Algunos expertos, por ejemplo, consideran que la importancia del terrorista saudí era en estos momentos más ficticia que real. Otros, en cambio, defienden que Ben Laden ejercía una especie de liderazgo espiritual incuestionable y que era una pieza clave en el complejo puzle que ha mantenido en jaque los intereses occidentales. A estas alturas, lógicamente, la experiencia obliga a apostar por la prevención y la prudencia. Lo más inteligente es dar por hecho que el grado de la amenaza se mantiene y de ahí que los aliados hayan reforzado la seguridad en zonas estratégicas ante una previsible respuesta de los seguidores del cabecilla eliminado. No olvidemos que el propio terrorista ordenó en su testamento político que su muerte fuera vengada. En España, el Gobierno acordó ayer redoblar la protección de las embajadas en el norte de África, el Sahel, Afganistán y Pakistán, contactar con las empresas y cooperantes que trabajan en esas regiones para alertarlos de que hay que extremar las precauciones y elevar las medidas de autoprotección de las tropas desplegadas en Afganistán y Líbano. Son iniciativas sensatas y convenientes en un escenario geoestratégico donde los peligros se han multiplicado de forma automática en las últimas horas. El Ejecutivo huyó también de los alarmismos. Aseguró que la eliminación de Ben Laden «no supone un riesgo adicional» para nuestro país. Puede ser, pero conviene no abusar de las conjeturas en la lucha antiterrorista, sobre todo cuando el más que probable nuevo líder de Al Qaida, el egipcio Ayman al Zawahiri, ha amenazado a España en varios vídeos a lo largo de los últimos años y ha puesto su mitificado Al Andalus en su punto de mira. Pese a todo, entendemos que el Gobierno no alimente la psicosis colectiva, sino todo lo contrario, ofrezca una imagen de normalidad y adopte las medidas de seguridad precisas. España participa en una guerra internacional contra el terrorismo y tiene que asumir los riesgos que ese compromiso conlleva. Que nos sintamos hoy un poco más libres y seguros tras la eliminación del terrorista es lógico, pero no debe llevarnos a conclusiones erróneas. La amenaza sigue presente y tenemos que estar preparados para conjurarla y derrotarla.
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