Conciertos
Frühbeck de Burgos puro nervio
Novena Sinfoníade Beethoven. Solistas: M.Espada, G.Peña, M.J.Suárez, R.Hagen. Orquesta y Coro Nacional de España Dtor.: R.Frühbeck de Burgos. A. Nacional. Madrid
Son muchas las «Novenas» que han compartido la Orquesta Sinfónica de Madrid y Rafael Frühbeck de Burgos, aunque en los últimos años hayan sido López Cobos y Gómez Martínez quienes han estado al frente de un concierto convertido ya en tradición. Grandes aplausos de recibimiento y una ovación cargada de bravos al final marcaron inicio y término de una aparición que despertó mucho interés tras el nombramiento al maestro como director del año por la prestigiosa revista «Musical America». Frühbeck ha logrado en esta temporada lo que ningún otro director: dos semanas con la Orquesta Sinfónica de Boston, dos con la de Filadelfia, dos con la Filarmónica de Nueva York, dos con la Filarmónica de Los Ángeles y una con Chicago. No es extraño que no envidie titularidad alguna.
Su «Novena» tiene de entrada personalidad. Al contrario de lo que suele suceder con los maestros veteranos, que acaban ralentizando tempos, el burgalés los mantiene vivos y vibrantes. Su Beethoven es todo musculatura de principio a fin. Interesa el «Allegro ma non troppo» en la forma que construye las intensidades, en el «Molto vivace» resaltan el ritmo, las gradaciones dinámicas y un nervio que podría perfectamente haber colocado la versión en la banda sonora de «La naranja mecánica».
Con pulso más sereno
Quizá peque de ligereza el tempo que imprime al tercero, que parece pedir una mayor reflexión, aunque no se vean perjudicadas por ello las frases cantabiles de la cuerda. El célebre cuarto movimiento cobra su grandeza, quizá con pulso más sereno de lo que habría cabido esperar, volviendo a mostrar una intensidad muy viva, destacable en los pasajes previo y posterior a la parte del tenor o en la conclusión. La lectura global, clara de ideas y ejecución, resulta compacta y coherente. Dentro del buen nivel por el que pasa la Orquesta Sinfónica de Madrid, destacaron las maderas, almas del segundo tiempo. Cumplió bien el cuarteto solista, así como el Coro Nacional, con empaste y muy controlado por el director a fin de evitar el grito, siempre tan peligroso en la obra. La «Novena» es uno de los ejemplos más significativos de partitura que arrasa, sobre todo cuando se interpreta con el vigor con el que la concibió Beethoven. Frühbeck lo logró. Le esperamos en enero con las sinfonías de Brahms junto a la ONE.
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