San Antonio
Sólo diez personas irán a la boda de Cayetana por Jesús Mariñas
Confirmado:«habemus» boda. No habrá pompa pero sí circunstancia. El Duque de Huéscar apadrinará con una hermana de Alfonso, habrá presencia de otros dos hijos y Carmen Tello como única amiga presente, acaso portando el ramo. Pasó el tiempo de deshojar la margarita ante la complacencia repudiable de vástagos cambiando de Norte tras asegurarse suculenta herencia.
Gran parte de la posesiones ya estaban en su poder. Sobre ella tenían uso y disfrute desde hace años, como Eugenia, de la sevillana «Pizana» donde vivió todo su escabroso matrimonio con Fran Rivera. Igual que Los Arrayanes cordobeses de Cayetano, en Carmona, escenario del amor desplegado por la entonces entregada Mar Flores. Fernando disfruta de lo marbellero que su madre «le pide» en contadas ocasiones veraniegas. Dueñas, que no integra el enorme patrimonio de la casa ducal, era propiedad personalísima de Cayetana, que la heredó de su abuela materna. La deja a su primogénito, conociendo su pasión bética, a fin de cuentas allí Carlos se enamoró de Mati Solís y contrajeron boda en su catedral. Jesús Aguirre entonces cuidó los preparativos a golpe de abanico.
Siruela disfrutará de Ibiza, donde ahora está su madre, la Duquesa, que ha sorprendido abandonando la cala casi a pie de residencia exquisita. Como es zona abundante en piedras, cambió al arenal de San Antonio. Va hasta allí con su sombrilla en la mano, con el bikini siempre variado, cogida a María Dolores del Pozo, que tanto la ayudó en sus primeros tiempos reenamorada. Una lealtad a prueba de bombas.
Algo comparable al apoyo de Carmen Tello, siempre al pie del cañón. Gracias a ella la duquesa se prestó a la operación cuando más postrada y desesperada estaba, viéndose en silla de ruedas. Tello convenció a Alfonso y él empujó el ánimo indeciso de su futura esposa. Velan armas cara a los últimos días de septiembre a los primeros de octubre en que se darán el «sí quiero». Por él lucharon contra temores lógicos en un primer momento, donde todos creímos que Alfonso tan sólo era un oportunista trepador. Ahora, ella telefonea a su íntimas –Tere Pickman, la marquesa de Saltillo y alguna otra– para que entiendan su exclusión de la ceremonia. «No quiero bullicio ni jaleo, bastante tuve ya con los mil invitados a mi primer esponsal con Luis en 1947», expresó Cayetana. Ahora genera un respaldo incondicional una boda que parecía el sueño imposible. «Resistir es ganar», ya lo dijo Cela.
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