Túnez
Qatar rescata a los pobres franceses
El emirato, con grandes inversiones en Francia, quiere poner en marcha proyectos en los barrios de la periferia
Del París Saint Germain a lujosos palacetes parisinos, pasando por la adquisición de los derechos televisivos de la Liga gala y la entrada en el accionariado de empresas punteras como la petrolera Total, Veolia o el grupo de lujo Louis Vuitton-Moët-Hennessy.
En apenas unos años, Qatar se ha hecho con algunos de los emblemas culturales de Francia. Una entrada de capital extranjero, tan criticada por algunos sectores como bienvenida en tiempos de crisis y en un país acechado por la recesión como sucede en otras economías de su entorno.
Pero la bulimia inversora catarí no parece tener límites. A finales de 2011, el rico emirato, uno de los más modernos entre los Estados del Golfo Pérsico, pero defensor a ultranza del islamismo como régimen político, ponía su ojo en la llamada «banlieue» de Francia.
Ese territorio periférico, deprimido social y económicamente, de mayoría inmigrante y donde el paro juvenil dobla la media del país. Suburbios que en 2005 y 2007 se incendiaron con revueltas callejeras y donde basta una chispa para que suba la temperatura y se dispare la fiebre de la violencia.
Hasta 50 millones de euros estaban dispuestos a destinar para financiar proyectos aunque, en este caso, la rentabilidad de la inversión trascendería lo meramente financiero. «No se puede obviar que en esas zonas hay una mayoría de población de origen arabo-musulmán y que Qatar, lejos de ser un estado laico aspira a encarnar el nuevo polo islámico del siglo XXI», explica a LA RAZÓN Karim Sader, politólogo y especialista en países del Golfo que evita utilizar el término de «proselitismo» religioso.
El proyecto, iniciado bajo mandato de Nicolas Sarkozy y congelado durante las presidenciales, ha suscitado no pocos resquemores sobre las intenciones de un país que ha apoyado la primavera árabe en Túnez, Egipto y Libia, «pero también ha esponsorizado la emergencia de un movimiento islamista transnacional y transfronterizo, financiando, por ejemplo, formaciones como los Hermanos Musulmanes», apunta el experto.
Las buenas relaciones del ex presidente francés con el emir Hamad ben Khalifa Al Thani favorecieron que un grupo de cargos municipales galos, de orígenes diversos, y reunidos en la asociación «Aneld», acudieran a pedir ayuda para unos barrios que sufren desde hace décadas el abandono de los sucesivos Gobiernos.
Con su llegada al poder, el Ejecutivo socialista de François Hollande no ha renunciado al dinero de Qatar, pero sí ha reconvertido el fondo inicial en un fondo mixto franco-catarí, bajo supervisión de las autoridades, y que para evitar suspicacias se extenderá a zonas rurales y desfavorecidas donde haya potencial de riqueza pero falta de financiación. Estará dotado con 100 millones de euros, aunque la cantidad podría triplicarse gracias a la aportación de la iniciativa privada, de empresas galas con intereses en Qatar, a la que París ha apelado. Queda todavía por conocer el detalle de los proyectos que recibirán ayuda y los criterios de adjudicación.
Hollande trata de evitar así la impresión de injerencia de un Estado extranjero en el ámbito de soberanía de otro. Es decir, que Qatar acometa en la «banlieue» lo que Francia no es capaz de hacer en materia de política de urbanismo e integración social. Una asignatura que sigue pendiente y a la que en 2013 se le dedicará un insuficiente presupuesto de poco más de 500 millones de euros.
Sin embargo, el emirato árabe no es el único que invierte en estos territorios. La embajada de Estados Unidos reserva anualmente tres millones para distintos proyectos culturales. El objetivo: ayudar y acompañar a los jóvenes de origen inmigrante para que no sucumban a la tentación islamista. «Desde los atentados del 11 de septiembre nos interesamos mucho más por el mundo musulmán. Tratamos de comprender y de que nos comprendan», señala un portavoz de la legación diplomática.
En cuanto a la estrategia global inversora de Qatar, no parece responder a una línea muy clara. «No hay una visión muy a largo plazo. Sus adquisiciones son impulsivas y compulsivas», comenta Karim Sader que resume la necesidad de afirmarse del emirato en un «compro luego existo».
Una diplomacia a golpe de talón para un minúsculo país rico en petróleo y gas pero vulnerable demográfica y geopolíticamente, atrapado entre dos gigantes enfrentados como Irán y Arabia Saudí, «y que trata de avanzar sus peones con inversiones en todo el mundo a modo de seguro de vida».
Al jazeera, un arma diplomática
Está dotada con 100.000 millones de euros sólo para gastar. Sin embargo, la «Qatari Investment Authority» palidece ante las sumas que sus vecinos kuwaitíes, saudíes o Abu Dhabi disponen para sus inversiones. La diferencia es la mediatización que caracteriza cada paso de Qatar que ha hecho de su canal Al Jazeera un instrumento para ejercer su diplomacia. Si en Francia posee hoteles y palacios de lujo o un club de fútbol, otros sectores estratégicos se le siguen resistiendo tras los intentos fallidos por entrar en el capital de la nuclear Areva y la aeronáutica EADS.
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