India

Entre esclavos y beduinos del desierto

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Entre esclavos y beduinos del desiertolarazon

MADRID– Cuando Daniel Comboni fundó sus misioneros para África en pleno auge del comercio de esclavos en el siglo XIX, en Sudán, rodeado de grilletes y cadenas y arena del desierto, quizá no se imaginaba que sus misioneras seguirían en esa misma tarea en pleno año 2012. Alicia Vacas, vallisoletana de 39 años, atiende junto a una hermana de congregación de origen eritreo a cientos de africanos que llegan en muy mal estado al llamado «Hospital Abierto» de Tel Aviv, en Israel.

Esta clínica se inauguró en 1998 para proporcionar un lugar seguro a personas sin papeles de residencia que necesitaban tratamiento médico. En los últimos años, la cifra de antendidas en la clínica se ha cuadruplicado. Cada día, multitud de personas llenan la calle esperando y, una vez abiertas las puertas, invaden la sala de espera dificultando el trabajo del personal. Cada mes trabajan voluntariamente en el centro una media de 34 médicos y 24 enfermeras, estudiantes de Medicina y paramédicos.

Torturas en el Sinaí
Los pacientes han sido esclavos, a veces durante meses, en el desierto del Sinaí, donde una mafia de tráfico de personas los ha torturado mientras ponían al teléfono a sus parientes, en Etiopía o Eritrea, para que escuchasen los gritos. «Páganos el rescate o te mataremos. Por tus órganos nos darán un buen dinero. Si no pagas, vales más muerto», los amenazan. «A veces llegan a nuestra clínica convencidos de que les han quitado un riñón, porque les han rajado y se ven cicatrices incomprensibles, pero cuando los examinamos vemos que todo sigue en su sitio. No es tan fácil transportar un órgano», explica Alicia, veterana enfermera y especialista en medicina internacional.
«Les torturan y asustan para que paguen. Es una red internacional que incluso recibía emigrantes desviados desde Libia cuando aquella ruta quedó bloqueada con la guerra. El diario "Avvenire"y el Papa lo han denunciado públicamente, y luego se sumaron otros medios, pero Egipto no controla el Sinaí, y menos ahora. Es la comunidad internacional quien debería hacer algo».

Mientras tanto, al «Hospital Abierto» llegan personas con las muñecas despellejadas de llevar grilletes y cadenas, «como en la época de Comboni». Y mujeres violadas repetidamente y embarazadas, con una terrible experiencia de esclavitud sexual. El hospital se mantiene con precariedad, con la generosidad de Médicos por los Derechos Humanos, una ONG israelí, a la que apoyan otras entidades, entre ellas Manos Unidas, la ONG católica española de ayuda al desarrollo, que este año quiere recordar la importancia del derecho humano a los servicios de salud.

Un tercio de todo lo que Manos Unidas dedica a los países más desfavorecidos se recauda estos días, en la colecta parroquial anual y en los colegios, sobre todo católicos. Su presidenta, Myriam García Abrisqueta, pide a los españoles que sean generosos en la colecta de este fin de semana. «A la gente que irá a misa este domingo y a muchos otros en sus casas, en los colegios, les recordaría que Jesús se pasó toda la vida sanando y cuidando a los que sufren, y queremos eso, aportar una salud digna para todas las personas. Entre todos podemos ayudar a muchos». Con más de medio siglo de experiencia y siempre trabajando con misioneros o cooperantes locales que conocen bien su terreno, Manos Unidas sabe que es importante dedicar recursos a la educación para salir del ciclo de la pobreza. Por eso colabora también con Alicia en la red de escuelitas preescolares que las Misioneras Combonianas están apoyando en el desierto de Judea, para las familias beduinas, antes nómadas, hoy atrapadas en «tierra de nadie», en la llamada «zona C», entre muros y alambradas.
La vida de estos beduinos transcurre en un territorio degradado, que a menudo alberga los vertederos de basura de los barrios árabes de Jerusalén Este. Las haimas y las barracas de precaria construcción son los únicos edificios permitidos en un lugar donde la construcción está terminantemente prohibida desde 1993. La mayoría de las chabolas carecen de agua corriente, de luz eléctrica y de servicios higiénicos y sanitarios.

«Los niños aquí están muy asilvestrados y estos centros son básicos para que luego acudan a la escuela con hábito de estudio y disciplina», explica Alicia. Sería difícil contar las decenas de miles de niños que de Haití a África, de Hispanoamérica a la India, estudian gracias a Manos Unidas, a sus miles de socios y a la colecta de este fin de semana.

Una recaudación que también se destinará a erradicar enfermedades olvidadas como el mal de Chagas, la enfermedad del sueño, que amenaza a 60 millones de personas en todo el mundo, la filariosis linfática o la lepra. Según datos de Manos Unidas, 228.000 personas fueron contagiadas por lepra durante el año 2011.