Grecia
Es Irlanda como España Lecciones de una bancarrota
Érase una vez un país que se hizo rico de pronto y se desarrolló a toda prisa, en el que los bancos dieron crédito al primero que pasaba, donde los habitantes se compraron coches, caprichos y casas, sin importarle las deudas que amontonaban. Y en el que, al fin, los políticos no estuvieron a la altura y los votantes se sienten traicionados.
Parece España, pero es Irlanda. O esa es la imagen que los irlandeses Evan, Joe y Louise dibujan en el bar James Joyce, al lado de la Puerta de Alcalá de Madrid. El boceto que hacen de Irlanda es escalofriante por su parecido con España.
Ellos viven desde Madrid el desmoronamiento de un país que hasta hace poco parecía el favorito del capitalismo y en el que ahora, sus habitantes, los padres, amigos o conocidos de Evan, Joe y Louise se sienten engañados y un poco más presos, como si Europa, con su plan de rescate, les hubiese robado también su libertad. Sienten, sobre todo, que el sueño se ha acabado: «Nosotros siempre hemos sido un país pobre, un país que ha tenido que luchar por casi todo. Lo que está sucediendo ahora es que estamos volviendo a lo que éramos», cuenta Joe.
«Desde jóvenes nos hemos sacrificado, hemos pasado hambre y frío y ahora lo vamos a volver pasar», dice Evan. Lo ven desde la distancia, desde el enfado por el teléfono de la madre de Louise, y también desde cercanía, por la llegada, en los últimos tiempos, de irlandeses a España que quieren apuntarse al equipo de fútbol gaélico. La Liga que se juega se ha extendido a más ciudades españolas porque este año hay más equipos. Antes no pasaba, antes de hundirse había menos irlandeses aquí.
«Nosotros somos aventureros», dice Louise, casi sin acento, «somos de una isla y miramos para fuera, enseguida salimos». Ella llegó a España para aprender español, hace poco más de tres años y medio. Evan vino para hacer un máster, se enamoró de una española el primer fin de semana, y ya no se ha movido. Joe vino también a aprender español y como descubrió que en sólo seis meses no daba tiempo, se ha quedado siete años. Conocen la cultura española, la irlandesa y no ven demasiadas diferencias. «Nos llevamos bien, nos gusta la fiesta, somos parecidos», dicen, como si eso, ahora mismo, fuese una buena noticia. Grecia fue la primera en recibir la ayuda de Europa, ahora ha sido Irlanda y su parecida España es la que está en el punto de mira.
Cuentan cómo su país ha caído en bancarrota y si no llega a ser por el acento, parecería que son tres españoles los que están hablando. «Nosotros éramos un país que hace muy poco estábamos en el siglo XIX, pero llegó un gran desarrollo económico y con él algunos, o muchos, aprovecharon para vivir por encima de sus posibilidades. Parecía que era el juego de quién era el más listo y se compraban casas en Bulgaria o en Turquía solo para especular», explican, como si el español que escucha no supiese perfectamente de lo que hablan.
Políticos sin nivel
«Mira, antes los bancos solamente daban crédito a la gente con nivel o con sueldos fijos, pero después a todos», insisten, como si describieran este país. Y añaden, para terminar la radiografía: «Tenemos políticos que no han dado la talla. Aunque la culpa sea de quien les ha votado, nuestros políticos eran gente sin formación, ‘‘buenos tipos'', ¿eh?, pero que no han estado a la altura. En las rebajas que se han hecho, ellos no se han tocado su sueldo, que está muy por encima de lo que cobran otros políticos en Europa. Ni siquiera ahora, con lo mal que están las cosas han sabido prescindir del coche oficial y de los guardaespaldas (aunque tal como está el asunto, es normal que continúen con guardaespaldas)».
Los tres cuentan que España, digo Irlanda, es como aquel joven que comienza a trabajar y obtiene una muy buena primera paga. Se cree el rey del mundo. «Estábamos como en una luna de miel y ahora se ha acabado». Se ha terminado el paraíso, se han acabado las ventajas sociales. Por ejemplo, echan a 25.000 funcionarios. «Pero eso no ha sido polémico», cuentan. En Irlanda, a los funcionarios se les puede despedir y a diferencia de España, la gente no ve el trabajo público como una opción principal, sino que es secundario. La gente que carece de ambición es la que intenta llegar a esos puestos. Los otros no. «Pero es que no he visto nada de funcionarios como en España. En ningún país del mundo». «Vas a un sitio –cuenta Louise– y te mandan a otro, en otra ventanilla te dicen que tienes que rellenar un papel y cuando llegas a otra ventana, es más tarde de las dos y ya han cerrado».
Sin embargo, con la experiencia de quien sabe lo que es una bancarrota, su visión es más o menos optimista respecto a España: «Mira –sigue Louise– yo jamás creía que a mi país le iba a pasar lo que le sucedió a Irlanda, pero le ha pasado. Tampoco creo que a España le vaya a pasar». «España tiene una ventaja respecto a Irlanda. Vosotros sois un país con experiencia y con historia. Irlanda es muy joven y no sabe cómo manejarse. España es más grande que nuestro país. A Irlanda se le podía empujar al precipicio». Y añade Evan: «Tampoco es lo mismo que te represente Fernández Ordoñez, gobernador del Banco de España, que uno de nuestros políticos».
«Es verdad que en las superficie la similitudes entre España e Irlanda son muchas», dice Evan, «pero después, si profundizas, son países con características distintas. En Irlanda decimos que ojalá el Banco Santander comprase un banco nuestro».
Joe lo ratifica: «Para mí la gran diferencia entre ambos países, además de la historia de cada uno, es la estabilidad de los bancos españoles, que está visto que no la tenían las entidades bancarias irlandesas».
¿Recomendarían a sus compatriotas que viniesen a España? «Sí, aquí se vive bien, hace buen tiempo y pese a los problemas económicos, a nivel educativo, de infraestructuras y sanidad no hay color». «Puede que sea por las diferentes regiones que existen en España –añade Joe– no sé, pero a lo mejor, como todas han querido competir entre sí y ser la mejor, las redes de autovías o de trenes que existe aquí no las tenemos nosotros. El metro de Madrid por ejemplo es espectacular». Y la sanidad: «Una vez tuve un problema en un ojo y enseguida me atendieron. Y gratis, si es mejor la sanidad pública que la privada».
Pero las colas son constantes y las urgencias están siempre colapsadas. «Se nota que no te has puesto malo en Irlanda».
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