Crisis económica
La clase media
Con Franco, uno de los mayores impedimentos para alcanzar la prosperidad generalizada era lo que él mismo denominaba «conspiración masónica izquierdista en la esfera política, en alianza impía con la subversión comunista y terrorista en la esfera social». Con el zapaterismo, la culpa de todo lo malo ha sido quizás del «liberalismo asimétrico» que «tanto aplaudían Aznar y Rajoy». La tendencia española a hacer responsables de nuestra adversidad a fuerzas incontrolables que vienen «de fuera» parece una constante histórica. Este no es país donde se asuman con modestia y sencillez los propios errores, siempre buscamos una cabeza ajena en la que descargar las faltas pero, cuando nuestra vida se desmorona, le pedimos refugio a un Estado al que, por costumbre o por desconfianza o por falta de cultura democrática, incluso cuando las cosas iban bien nos negábamos a pagarle impuestos. Tampoco es un país liberal. Pocos creen –o por lo menos no lo llevan consecuentemente a la práctica– en la libertad y responsabilidad del individuo frente al Estado, en la libertad como sagrada propiedad privada, en la escrupulosa separación de poderes, el constitucionalismo, el laicismo no anticlerical, la igualdad y la abolición de los privilegios, entre otros sanos principios liberales. Así, es casi un milagro que se haya formado, desde que terminó la guerra civil a fecha de hoy, una clase media que ha sostenido España sobre sus hombros… hasta ahora. La clase media, aseguran algunos, fue el gran invento del franquismo. Esa clase media olvidada por el marxismo y que, sin embargo, ha protagonizado la mayoría de los avances sociales que ha alcanzado Occidente en los últimos dos siglos. La formada por los profesionales y cuadros medios; por el obrero bien pagado y ahorrador; por el padre de familia que se pluriemplea para poder costear a sus hijos los estudios que él no tuvo; la clase social que demanda el bienestar, la paz y la seguridad jurídica que permitan a sus vástagos progresar socialmente. Esa clase media integrada por trabajadores que cuentan con su esfuerzo, su laboriosidad y su empeño como único patrimonio. La que, en tiempos de Franco, era «apolítica» y no quería problemas y que hoy, tal vez, está más politizada que nunca, pese a que no acude a votar masivamente. La misma clase media que se lumpeniza a toda velocidad por la situación económica actual. (Cuidado).
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