Alicante
Detenciones de cine
Si ahora que estábamos adormecidos con el fútbol hemos visto el festival de Orihuela, preparémonos para cualquier cosa
No me puedo ni imaginar la operación policial que a mi admirado –el más sagaz y agudo– Rubalcaba se le puede estar pasando por la cabeza, si el Gobierno sigue viniéndose abajo. ¡Por Dios, que Zapatero detenga su caída en las encuestas! En tiempos de crisis –ahí es nada, económica y política– qué mejor para distraer al personal que las detenciones-fiesta, esas que se les montan a los del PP con fuegos de artificio, ruido de fanfarria y muchos cohetes para que la basura se extienda amenizada durante semanas. Poco importa si luego los casos se archivan. Que le digan al líder popular de Canarias, José Manuel Soria, quién le restituye el honor vapuleado durante tres largos años de acusaciones, que luego se quedaron en nada. Así es que, si ahora que estábamos adormecidos con el fútbol en semifinales hemos visto el festival de Orihuela, con detenidos en pijama a las ocho de la mañana, preparémonos para cualquier cosa. Vaya usted a saber qué nos vendrá cuando se acabe la fiebre futbolera. Que el propio Rajoy se tiente la ropa, porque cualquier día le montan una redada mientras columpia a los niños, con 300 policías y tanquetas en el portal de casa. Aún no me explico cómo a Aznar no le han congelado la bronceada sonrisa que exhibe con una ruidosa detención, o cómo a Esperanza Aguirre una manada de policias no le ha frenado las bravuconadas que luce contra los socialistas. Que se anden con cuidado...No entro a valorar el fondo de la Operación de Orihuela. No sé si el Presidente de la Diputación de Alicante ha podido cometer cohecho, tráfico de influencias, prevaricación, fraude o encubrimiento. Veremos, quién sabe. Ignoro si el señor Ripoll está implicado en trama alguna. El asunto es otro. Siempre que las detenciones son a miembros del PP, el foco mediático está servido. Son detenciones de cine, con mucho foco mediático y grandes altavoces, filtraciones intencionadas, y en este caso con ochenta policías enviados desde Madrid –como si los de Valencia no pudieran detener a un Presidente de Diputación–. Sin duda el espectáculo mereció atención, con una veintena de coches patrulla, cortes de tráfico, agentes armados en las esquinas y mucho extra –mirones aparte–. Aquello parecía una operación antiterrorista. O antidroga, ordenada por la Audiencia Nacional.Muchos han sido, pues, los errores, en las formas. La Policía tenía autorización para indagar, es decir para hacer registros y tomar declaraciones, no para detener. Para que haya detenciones tiene que haber orden judicial expresa o detectar flagrante delito, riesgo de fuga o riesgo de destrucción de pruebas y, aun así, la actuación policial habrá de hacerse con el menor daño posible para el detenido. En los casos que afectan al PP, claramente, este último punto no se está cumpliendo. Una detención tan estruendosa como la de Ripoll aparenta tener fines políticos. Mal asunto. A unos días del Debate sobre el Estado de la Nación.
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