Crítica de libros

Las lunas del agua

Las lunas del agua
Las lunas del agualarazon

Hacía unos meses que no miraba las predicciones meteorológicas para no llevarme disgustos. Tengo por esos mapas llenos de soles la misma aversión que por la prima de riesgo y sabía que, con casi total probabilidad, me iba a encontrar el uno lleno de amarillo y el otro de rojo. Así que para qué recrearme en la contemplación de la desdicha.

Pero por fin y dado que comienza mi estación favorita, el otoño, que lo es también por la lluvia, me he arriesgado y para mi alegría parece que viene algún nublo esta semana que viene.
Que hasta que no vea envelarse el horizonte, oler el ozono en el aire y sentir el repiqueteo de las gotas sobre la tierra no las tendré yo todas conmigo. Que una cosa es la prédica de la isobara y otra el trigo del agua. Pero bueno, por lo menos la anuncian.

Los labradores se guían en esto mucho por las lunas.

Si la luna nueva empieza seca poca agua habrá traído cuando vaya en menguante. Pero si principia metida en agua, suele salir empapada. Y lo mismo con la nieve.

La luna más importantes en ambos casos, gotas o copos, es la de octubre. Lo canta el viejo refrán que reza «la luna de octubre, siete lunas cubre» que puede no tener nada de científico, o sí, que la observación es uno de los principios esenciales de la ciencia, pero lo he visto cumplirse más de una vez.

La última para mi gozo, hace unos años, cuando la primera nevada cayó antes de que finalizara ese mes y tuvimos nieve hasta abril. Vamos que aún siguen viviendo fuentes, veneros, calzarizos y pantanos de aquel año.

No parece que vaya a repetirse algo así, los expertos dicen que estamos entrando en un ciclo seco, pero al menos tengo la esperanza de que estos nublos de principio de otoño sean un preludio y no se queden en las cuatro gotas que no quiten ni la polvisca de los caminos.