Conciertos
El fulgor del Orfeón Donostiarra
«Requiem»de Verdi. Solistas: S. Krasteva, A.Zubillaga, A. Damas, F. Bou. Orfeón Donostiarra. Orquesta Filarmonía. Director: J. A. Sainz Alfaro. A. Nacional.
Hoy las voces del Orfeón son menos recias, cosa que se percibe sobre todo en las masculinas, pero las femeninas poseen una mayor dulzura y toque cristalino; y el empaste, el temple, la general afinación y particularmente la capacidad para apianar son indudables, cosa que aprovecha Sainz Alfaro para inventarse delicuescencias y servir demandas como las del inicio de esta misa de difuntos. La batuta dibujó los pentagramas con habilidad y no se advirtieron peligrosas aceleraciones o retenciones en una exposición diáfana, con transparente ejecución de los contrapuntos. Sainz mantuvo un tempo base muy verdiano y dejó que los valores operísticos brillaran por si solos; con contundencia y orden, con «cantabilità» y buen balanceo rítmico. El engarce entre los diversos episodios fue bien resuelto y se lograron instantes de espectacular virulencia (el chisporroteante «Sanctus», la fuga del «Liberame»). Los fulgores de la masa coral apagaron un tanto los mimbres y timbres algo más grises de la digna, voluntariosa y más bien reducida orquesta. En el cuarteto solista, no siempre empastado, causó excelente impresión la mezzo Zubillaga, por el gusto en el fraseo y por el grato timbre, de consistencia lírica, virtudes que compensan la relativa vibración de la zona aguda. Krasteva no llegó a realizar ni un ensayo con los conjuntos, lo que hace más meritoria su actuación. La voz no es bella, pero es expresiva. Damas, de timbre blanquecino y escaso volumen, es musical, pero inadecuado para el cometido. Bou, un cantante sólido y seguro, de tinte oscuro y amplio registro, se vio mermado por un catarro.l
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