Marruecos

Indigna diplomacia

La Razón
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Silencio. La callada por respuesta. Esta es la inadmisible actitud del Gobierno español ante las provocaciones de Marruecos. Acierta plenamente Gustavo de Arístegui al exigir la comparecencia del ministro Moratinos en el Congreso. El diputado del Partido Popular, uno de los más brillantes de su grupo, hijo de un eminente diplomático que murió asesinado en tierras árabes, conoce muy bien el espinoso tema de las relaciones con el vecino magrebí. Y sabe que la prudencia nunca debe eclipsar la firmeza.
Mohamed VI no tiene la inteligencia de su padre, Hassan II, pero detecta bien las debilidades de un gobierno. Con el conflicto del Sahara occidental al fondo, y la permanente reclamación de Ceuta y Melilla, el Rey alauita puede permitirse toda clase de oprobios. ¿Alguien imagina una respuesta similar ante el bloqueo hacia Melilla en otras cancillerías europeas? Y para colmo, su presidente, Juan José Imbroda, afirma que el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero le pidió quedarse quieto. Increíble, pero cierto.
Al margen de las declaraciones de la señora Valenciano, dudosamente curtida en política exterior aunque ostente ese cargo en su partido, según la cual no existe ningún conflicto con Marruecos, el Gobierno ha demostrado una total dejación de funciones. ¿Por qué se le pidió a Don Juan Carlos su mediación? Se supone que por no tener el Gobierno ni idea de cómo actuar, o porque el asunto era de mayor calado. En definitiva, una diplomacia asustadiza e indigna. Sin dar la cara.