Juegos Olímpicos

Los Ángeles

Mano de hierro

Anna Tarrés es dura, exigente, ególatra... Ahora, después de haber situado en lo más alto del podio al equipo de sincronizada, sus nadadoras la han denunciado por maltrato. ¿Pero qué se esconde detrás de este linchamiento público?

Anna Tarrés supervisando la dinámica grupal del equipo de sincronizada mientras realizan un ejercicio fuera de la piscina
Anna Tarrés supervisando la dinámica grupal del equipo de sincronizada mientras realizan un ejercicio fuera de la piscinalarazon

¿Quién es Anna Tarrés? Hace unas semanas, la prestigiosa entrenadora que había conseguido revolucionar el aspecto artístico de la natación sincronizada. Desde hace unos días, una mujer tirana y abominable, capaz de someter y anular el canto de las mismísimas «sirenas». La verdad, como siempre, suele anidar en alguna parte entre los dos extremos. Anna Tarrés es una mujer dura y exigente. Dos cualidades que la definen y que, sin duda, han facilitado su linchamiento público. Aunque poco se habla de sus otras facetas, las que siempre comentan quienes la conocen y trabajan con ella a diario: la atrevida, la valiente, la divertida, la díscola, la vitalista, la incansable. Ella es la primera en llegar al entrenamiento y la última en salir. La entrenadora estricta que, como una madre, sabe equilibrar severidad y afecto. La investigadora, la autodidacta, la intuitiva y la brillante. Confiada y segura, pero nunca conformista: cree en lo mejor y lo persigue.

Aquella joven disciplinada que, junto con Mónica Antich, representó a España en las Olimpiadas de Los Ángeles de 1984. Aquella chica que se enfrentaba a las cámaras sin miedo y se convirtió en seleccionadora olímpica con apenas 20 años. La nadadora descarada que también sabía acatar órdenes. La seleccionadora que se va a desconectar a un pueblo extremeño y quiere fichar a una de las chicas para el centro de alto rendimiento. La entrenadora exigente a pie de piscina y la maestra preocupada en formar a personas. La que organiza fiestas en su casa con sus nadadoras y la que les obliga a ir a la universidad. La mujer de los ojos abiertos a lo que los demás están ciegos. La de la mirada amplia, pero concentrada en esa obsesiva perfección, que es el único camino que conduce al podio en este deporte. «No ha sacado lo mejor de ellas como cuerpos, Anna Tarrés ha sabido sacar lo mejor de ellas como mujeres», comenta a LA RAZÓN Flora Albaicín, la artista y coreógrafa que ha estado trabajando con la seleccionadora catalana durante los últimos dos años. «Anna es un ser único. Es superdotada. He aprendido mucho de ella en este tiempo. He pasado momentos de gran tensión y siempre la he visto serena, manteniendo la calma. Incluso después de toda la polémica, hablé con ella y no he visto ninguna pataleta, que sería humano, sólo se preocupaba porque las chicas siguieran brillando, que no se perdiese todo el trabajo de estos años», comenta Albaicín. «La quiero como una hija dentro y fuera de la piscina –confiesa su primer entrenador, César Villegas, uno de los padres de la natación sincronizada en España–. Estoy muy molesto con estas niñas que han firmado la carta contra ella. Algunas son de mi club, el Kalliopolis. Y ellas saben que no podían llegar a pertenecer al equipo nacional, que no tenían nivel para seguir el ritmo de Mengual», explica, antes de sentenciar que «todo es un montaje que se les está escapando de las manos». Una teoría que avala la juez de sincronizada, María José Bilbao: «Sé que se está diciendo una falsedad detrás de otra, son calumnias e infamias. Este deporte y la natación en general nunca podrán agradecerle a Anna todo lo que ha hecho. Es una persona normal, y profesionalmente, excepcional».

César Villegas estaba junto a Tarrés en la localidad de Bienvenida, Badajoz, cuando se enteró de que no iban a renovar su contrato. «Se quedó sin palabras. Su hija estaba viendo la tele y oyó la noticia. Empezó a preguntarle: "Mamá, ¿ya no vas a poder entrenar?"y ella intentaba calmarla», relata. Pero después de que aquel batacazo aún faltaba por llegar la pesadilla: una carta, firmada por varias nadadoras, en las que se acusaba a Anna Tarrés de haberlas vejado. «He entrenado con ella desde los siete años y nunca me ha hablado así. De maltratos, cero. Al contrario, cuando tenías un problema personal Anna te ayudaba, se preocupaba por ti. Y muchas de las que firman esa carta lo saben», explica Laura Amorós, una de las primeras alumnas de Tarrés y colaboradora suya hasta el 2008. «Recuerdo su actitud con Asun, que fue médico del equipo y falleció de cáncer: ella estuvo a su lado hasta el final y se la llevaba a las competiciones sólo para que disfrutase de aquel momento dulce que la sincro estaba viviendo», recuerda Amorós.

«Vengo de un mundo duro –comenta Flora Albaicín–, en el que te sangraban los pies y seguías dando clase sin protestar. Creo que si quieres estar en la élite te tienen que exigir, pero sin perder la dignidad, los valores ni la educación. Y doy fe que no he vivido una mala palabra de Anna en todo el tiempo que trabajamos juntas». De hecho, incluso con la que está cayendo en la Federación, el propio Carlos Touriño, directivo responsable nacional de natación sincronizada, afirma que «Anna no es ningún demonio. Es una persona exigente. Y tampoco es una chica cursi: dice las cosas como las siente y las entiende. Las palabras pueden ser malinterpretadas y sacadas de contexto». Tampoco Daniel Gutiérrez, médico del equipo olímpico de natación sincronizada, cree que Tarrés sea como se describe en la polémica carta. «No he visto ningún trato denigrante, es un mundo estricto, en el que tienes que llevar un control, también en la dieta, porque hoy en la sincro puntúa la impresión visual, cuando salen a la piscina. Las chicas tienen que tienen una figura parecida, no sólo en el cuerpo, también en la estética. Trabajan muchas horas al día y no se pueden permitir distorsionar la imagen del equipo», explica.

Pero, ¿es soberbia Anna Tarrés? Quienes han coincidido con ella en algunos eventos deportivos aseguran que da esa impresión a primera vista y que parece eclipsar a las nadadoras con su protagonismo (dicen, incluso, que era un blanco fácil: despertaba alguna antipatía y no resultó complicado desprestigiarla). Sin embargo, quienes trabajan a diario con ella, afirman que disfruta más estando a la sombra. «Es generosa, agradecida y ha sabido aprender de los demás», explica María José Bilbao. «Sabe atraer a las masas e internacionalmente la gente la respeta mucho», comenta el fisioterapeuta del equipo, César Gutiérrez.

De Anna Tarrés aseguran que combina la férrea disciplina del deporte y la genialidad del artista osado, el que derriba fronteras y reinventa su arte. Ella supo –como le gusta decir a Albaicín– llevar el flamenco al podio olímpico.

Ella busca nuevas inspiraciones y retos mientras medio planeta copia sus pasos y se fascina con su sello personal. A la espera de que prospere la denuncia que interpondrá contra la Federación, parece que esta sirena tendrá que buscar otros mares. Algo que le resultará muy sencillo: «A Anna la admiran en todas partes. No tardarán en hacerle ofertas de otros países. Ella es la mejor del mundo como creativa, y la entrenadora rusa, en la parte técnica», comenta su mentor, César Villegas.

Todos parecen coincidir en apuntar cuál es el verdadero perjuicio en esta polémica, que al ensuciar el nombre de Anna Tarrés, se ensucian también sus apellidos: Natación Sincronizada. Han sido demasiados los turbios adjetivos que estos días han contaminado la belleza de esta disciplina ahora herida y que, hace apenas un mes, había emocionado a los españoles por su originalidad, fuerza y garbo. Una situación injusta para quienes han hecho de este deporte su forma de vida.


Las lágrimas de la élite
Mucho se ha hablado de límites éticos en la última semana. Sin embargo, nada se ha dicho de este mundo de «vips» a los que nunca les invitarán al reservado de la discoteca. Ellas son la élite discreta, los que entrenan 14 horas diarias para alcanzar un objetivo que, demasiadas veces, se escapa. Ellas saben lo que es superarse, lo que es la disciplina y lo que es dejar a la familia a los 14 años para entrar en un centro de alto rendimiento. Allí descubren un nuevo tipo de lágrimas: las que salen tras una intensa jornada de trabajo, de puro agotamiento. Les asalta una madurez prematura. Pero se divierten con los deportistas de otras disciplinas. También se hacen novatadas y, algunas de las chicas de rítmica que tiene que mantener a raya su peso, le piden a sus compañeros de piragüismo que lleven golosinas de «estraperlo» a su habitación.


55 medallas logradas
Desde que asumió el cargo, en 1997, Anna Tarrés ha logrado en total 55 medallas: 4 olímpicas (3 platas, 1 bronce), 26 mundiales (un oro, 14 platas y 11 bronces) y 25 europeas (3 oros, 15 platas y siete bronces).
Gemma Mengual
Es la gran figura de la natación sincronizada en España. Ya retirada, va a formar parte del nuevo equipo técnico de la selección española. En su currículum, que es impresionante, destacan las dos medallas de plata en los Juegos de Pekín.
Ser como china y rusia
Uno de los motivos esgrimidos para cambiar a Anna Tarrés han sido que se va a luchar por el oro en unos Juegos Olímpicos, pero la competencia es casi imbatible. Tanto Rusia como China son las grandes potencias.
Paola Tirados
Es el rostro más visible de las nadadoras que ha plantado cara a Anna Tarrés. Plata por equipos en los Juegos Olímpicos de Pekín. Formó duo con Gemma Mengual en los Juegos de Sidney. Lo dejó en 2009 y estudió Arquitectura.