Buenos Aires
Comisarios porteños
Dijo Mario Vargas Llosa en «Mi Buenos Aires querido»: «Los comisarios políticos han reemplazado en la vida moderna a los inquisidores de antaño». Así es, en efecto, y en la Argentina pudo apreciarse la variante democrática del totalitarismo que lleva a la coerción y la difamación sectaria. Hubo piquetes a la puerta de su hotel. Pero también Aníbal Fernández, Jefe de Gabinete y hombre fuerte de la banda kirchnerista, declaró sobre el Nobel y sobre Fernando Savater, asimismo crítico con las autoridades: «Me parece horrible lo que hacen. ¿Qué opinan de la Argentina y el peronismo? Que se ocupen de lo que hacen ellos, que es escribir, y que no se metan con países soberanos». La violencia contra los que osan pensar diferente encaja con el notable fanatismo del señor Fernández, que invita abiertamente a limitar la libertad de opinión mediante el artificio colectivista de identificarse con la comunidad entera. Con razón apuntó Joaquín Morales Solá en «La Nación» que el Gobierno de los Kirchner ha incurrido en «viejos hábitos del autoritarismo, que siempre termina encerrado en el más rancio nacionalismo». Un grupo de los llamados intelectuales kirchneristas, que tiene guasa la cosa, despotricó también contra el peruano y el español: «Señoritos de la derecha mundial… neoliberales… hay en Argentina una cultura que resiste». Mienten, claro, porque lo que no quieren los comisarios, precisamente, es resistencia.
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